Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas
A fines del siglo XIX los arrieros tuvieron un importante rol en el desarrollo de la región. Hubo algunos legendarios, como Alejandro Arze, que con solo 19 años partió desde Energía con arreo hacia Chile
Hacia fines del siglo XIX se produjo en la Argentina un auge de la ganadería, la demanda del exterior impulsó y acompañó el perfeccionamiento racial de los rodeos.
Surgieron entonces los arrieros y en la región hubo algunos legendarios. Como el tristemente célebre Felipe Pacheco, mejor conocido como “El Tigre del Quequén”, o el no menos recordado Alejandro Arze, que desde Energía, con sólo 19 años, una pequeña tropilla y algunos vacunos, emprendió la aventura de llevar hacienda hacia Chile.
Según la “Historia del Partido General Pueyrredón”, de Armando Maronese, “para el año 1855 eran escasas en esta región, las tareas que no tuvieran relación directa con la producción de las estancias. Según muestra el Registro Estadístico de la Provincia de Buenos Aires de ese año, donde del total de la población sobresalen entre las ocupaciones de sus habitantes, fuera de las habituales tareas ganaderas, las correspondientes a: 9 tiendas, 13 pulperías, 2 panaderos, 3 carpinteros, 7 albañiles y 14 labradores”.
En aquellas épocas el principal empleador era el estado y el “oficio” más común era el de soldado. Las Guardias Nacionales tenían 666 hombres. “Ello indica la proximidad de una frontera con los indígenas donde se mantenía una permanente guardia, ya que recién se liberó la región, en el último combate con los indígenas en el año 1876, en las proximidades del arroyo Quequén, hoy límite de los partidos de Lobería y Necochea”, explica Maronese.
Con el paso de los años, creció la población y de los 4,1 habitantes por legua cuadrada de 1855, se pasó a 39,5 habitantes por legua cuadrada en 1881. Esa invasión de los campos llevó a la aparición de nuevos empleos.
“Aparecieron mayor número de hacendados, criadores, arrieros, pastores, quinteros, carreteros, comerciantes, zapateros, carpinteros y hasta un médico farmacéutico. También en la población femenina aparecen lavanderas, costureras, cocineras, planchadoras, bordadoras, parteras y curanderas”, señala Maronese
El Tigre del Quequén
Con el auge de la ganadería en la región, los arreos se hicieron comunes en la región, especialmente hacia Chile.
Aunque ya había abundantes evidencias de un intenso tráfico de ganado hacia ese desde el siglo XVII, destinado principalmente al ejército del Arauco y también al desarrollo industrial de derivados del ganado.
Y el trabajo de arriero se convirtió en un oficio común para muchos hombres que durante años habían deambulado por la región. Uno de ellos fue Felipe Pacheco, hoy recordado como “El Tigre del Quequén”.
Según la versión periodística de los hechos, Pacheco inició su carrera delictiva a muy temprana edad, siendo las pulperías y boliches de lugares como Balcarce, Lobería, Necochea y Quequén.
Este accionar derivó en que las autoridades expulsaran a Pacheco de la zona, tras lo cual no se supo de él por mucho tiempo.
Pacheco habría encontrado refugio en margen del río Quequén Salado entre los años 1860 y 1875, en oportunidad de cumplir trabajos como arriero en los campos de José Zubiaurre, en la zona de lo que hoy es partido de Coronel Dorrego.
El joven Arce
En esa misma época, el cacique Namuncurá atacó con 3.500 hombres las estancias de la región y además de causar innumerables muertes y ultrajes, se apoderó de unas 500.000 cabezas de ganado que arreó hacia Chile.
Entre las estancias atacadas estuvo “La Diez de Mayo, propiedad de don Elías Arze, en el actual paraje de Energía. Luego del desastre provocado por los indios, Alejandro Arze discutió con su padre y decidió comenzar su propio negocio y una vida errante a través del campo, arreando su propio ganado, siempre hacia el Oeste.
Arze consiguió el respeto de los indios y avanzó con sus animales delante de las columnas del ejército de Julio Argentino Roca. En su avanzada fundó varias estancias y agrandó su hacienda. Para 1882 ya había levantado su primer establecimiento rural en Neuquén.
En aquel año decidió partir hacia Chile con 1.000 toros yaguaneses que llegaron novillos a Los Angeles (Chile). Aquella fue la primera venta legal después de que 20.000.000 de vacunos fueron llevados a Chile por los indios durante XIX.
Según un artículo publicado en 2001 en Ecos Diarios, “Don Alejandro Arze fue el primero que salió de Necochea, anticipándose a las fuerzas del ejército y se ubicó en los rodeos de vacas criollas, en Sauce Grande, Río Colorado y Negro”.
El olvido
Al final de la primera década del siglo XX llegaron a Necochea los primeros automóviles y también camiones, tractores y otros vehículos que comenzaron a cambiar definitivamente las formas de transporte conocidas hasta entonces.
Con la aparición de los automotores, comenzaron a desaparecer los arrieros.
Si bien muchos sonreían al verlos y creían que nunca podrían suplantar a los medios de transporte tirados por caballos y a las locomotoras, la más sofisticada máquina del siglo XIX, los rápidos progresos técnicos demostraron que los automotores iban a imponerse y los arreos se convirtieron en cosa del pasado.
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