Las salas oscuras de la nostalgia
Días atrás se confirmó que el viejo edificio del Cine Gran Sud será recuperado. En su momento fue la sala cinematográfica más grande del centro y uno de esos lugares que quedaron ligados eternamente a la historia personal de los necochenses
Mientras la semana pasada todas las miradas estuvieron puestas en el ex complejo casino, se supo en los últimos días que el viejo edificio del inolvidable Cine Gran Sud será recuperado y reconvertido en local comercial, tras décadas de abandono.
Para muchos, se trata de otro de esos lugares emblemáticos de la ciudad, que nos vinculan con otro tiempo.
Porque, a pesar de los avances tecnológicos y de que hoy se puede ver una película en mejor calidad en casa que en cualquier cine local de hace 30 años, nada puede competir con el olor a caramelo de las viejas salas ni con la infinita comodidad de esas butacas que hoy parecen obsoletas.
En La casa de papel, esa serie española cuya calidad y producción supera a la de cualquier película de presupuesto reducido de los años 80, Tokio, la protagonista reflexiona sobre la nostalgia y dice que este sentimiento es darse cuenta de los momentos en los que fuimos felices y que ya se han ido.
En ese sentido, el Cine Gran Sud es uno de esos lugares en los que muchos vivimos la emoción del cine, un primer beso, comimos los mejores pochoclos (o al menos eso recordamos) y compartimos momentos inolvidables con nuestros amigos de la infancia.
De todas las salas de cine que existieron en la ciudad, sólo dos permanecen como tal y el resto, como el Gran Sud, han desaparecido y hoy viven ocultas bajo otras fachadas.
Recuerdos de un gigante
El 10 de septiembre de 1914 Dositeo Fernández, el empresario que casi cuatro décadas más tarde construyó el Cine Gran Sud en nuestra ciudad, iniciaba su actividad en la Capital Federal.
Según consta en un recibo emitido por la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, ese día el área de Inspección General recibía un depósito de 1.000 pesos que habilitaba a Fernández a explotar una “sala de biógrafo” en la calle Piedras al 600.
Tanto Fernández como su socio Ramón Boga, venían regularmente a nuestra ciudad a pasar el verano con sus familias.
Con el tiempo, conocieron la idiosincrasia de los necochenses y comenzaron a pensar seriamente en construir una sala en Necochea. Ambos eran dueños de una cadena de cines en la Capital Federal.
La idea fue construir en el centro de la ciudad una sala que tuviera las características de los mejores cines existentes en el país. El cine comenzó a construirse en la calle 64 entre 57 y 59, frente al Club Rivadavia, en pleno corazón de la ciudad.
En aquellos años el cine no tenía competencia como espectáculo y la cantidad de espectadores era tal que a Boga y Fernández no les importó construir su enorme sala a menos de 100 metros del Cine Teatro París y a dos cuadras del Atlantic, ubicado en 62 entre 59 y 61, en el viejo edificio de la Sociedad Española.
La Edad de Oro
En su Crónica del Partido y Ciudad de Necochea, Egisto Ratti escribió que allá por 1900 tanto la Sociedad Italiana como la Española habilitaban sus salones como salas teatrales. Algunas confiterías de la época “pasaban vistas”, es decir, proyectaban películas.
Sin embargo no fue hasta 1906 que Pedro Lafourcade inauguró el primer “biógrafo”.
Según Ratti, en 1912 Domingo Gombault inauguró la sala El Moderno, con capacidad para 400 sillas y dos palcos para seis personas cada uno.
En la rambla, la Sociedad de Fomento inauguró en 1914 una sala con 350 butacas que sólo funcionaba en verano.
Pero fue recién en la década del ’20 que se produjo una primera época de furor del cine en nuestra ciudad, que en aquellos años tenía unos 10.000 habitantes.
Por aquellos años, Lafourcade también fue propietario del primero de los Ocean, inaugurado en 1924 sobre la avenida Alsina (59). Existen datos que no han podido ser confirmados, de que en también funcionó un cine en Quequén.
En abril de 1931, el Ocean Cine, anunciaba “la maravilla de las maravillas: La Canción del Vagabundo, sonora, hablada y cantada”.
El 23 de mayo de 1931, se inauguró el Cine Teatro París, considerado por mucho tiempo como el «Palacio del Cine”.
Debieron pasar casi diez años para que se inaugure otro cine en el centro de la ciudad: el Atlantic, que comenzó a funcionar en 1942, en un elegante edificio de calle 62 entre 59 y 61.
A fines de la década del 40 también funcionó en Quequén un cinematógrafo en el Club Ministerio. Se llamaba Cine Quequén. El 6 de enero de 1951, el año en que llegó la televisión al país, reabrió sus puertas el cine Casino, en el antiguo edificio del Casino de la Sociedad de Fomento.
Allí comenzaría la decadencia de aquella época de oro, pero también comenzaría otra, que estuvo signada por los apellidos de dos familias que durante años fueron sinónimo de cine en nuestra ciudad y en la región.
Con 1.600 butacas
El Cine Gran Sud fue inaugurado el sábado 7 de julio de 1951 y el acto constituyó un auténtico acontecimiento. La sala tenía una capacidad para 1.600 personas.
La empresa que llevó adelante el proyecto estaba integrada por Fernández, Boga y el ingeniero Justino Tersoglio.
El viernes anterior a la inauguración se había realizado una función privada. “El público elogió entusiastamente el confort de la espléndida sala, el buen gusto de sus instalaciones y el imponente marco del elegante recinto”, señalaba un artículo aparecido en Ecos Diarios.
El cine fue inaugurado con la proyección de la película “Cosas de mujeres”, con Zully Moreno y Angel Magaña.
Al día siguiente, el filme se proyectó a las 15.10, 19 y 22.55, mientras que la película “El hijo de las fieras” completaba la programación.
Sin embargo, un año más tarde de la inauguración del cine, Dositeo Fernández falleció y debió hacerse cargo de la empresa su hijo Roberto Dositeo Fernández, de 19 años de edad.
Dotado del mismo espíritu progresista que su padre, “Tito” Fernández encaró la construcción de otra moderna sala en la Villa balnearia: el Cine Gran Ocean, que se inauguró el 8 de enero de 1957.
Poco después, se sumaba a la sociedad Juan José Valdettaro y el grupo expandía su operatoria, al adquirir la explotación de las salas que hasta ese momento estaban a cargo de la empresa de Alfredo Sanz: el Cine Teatro París, el Atlantic y el Gran Playa (inaugurado en 1958).
La empresa “Fernández Boga S.A”, a la que también se sumó Ramón Boga hijo, llegó a explotar salas en Tandil y Bahía Blanca y amplió sus actividades comerciales con la distribución de películas nacionales y extranjeras en la zona sur de la Argentina.
Con el tiempo, la empresa comenzó a ser conocida como Cinematográfica Necochea y sumó nuevas salas a su cadena de explotación: el Auditórium Casino y las de la Galería de los Teatros, el Piso de Deportes del Club Rivadavia, el Teatro Plaza y otros recintos aptos para ofrecer espectáculos.
El prestigio de la firma ante los sellos productores, permitió que dos películas se filmaran en Necochea en aquellos años: “Los Mochileros”, que significó el debut cinematográfico de Susana Giménez, y “Gitano”, con Sandro y Soledad Silveyra.
Inolvidable
Años más tarde, tras perder gran cantidad de espectadores con la televisión y luego con la aparición del videocasete, la mayoría de los cines locales fueron desapareciendo y el Gran Sud, símbolo de la empresa fundada por Dositeo Fernández, no pudo escapar a esa suerte.
El cine cerró sus puertas y se convirtió en una sala de bingo. A dos cuadras de allí, el Atlantic, otro de los cines explotados por la empresa, se transformó primero en una casa de venta de electrodomésticos y luego el edificio fue completamente reformado y terminó como un enorme salón comercial.
La misma suerte correría en un futuro cercano el Gran Sud.///