El recuerdo de otros tiempos
Antes las lanchas amarillas llegaban a la banquina y la gente compraba pescado del día
Las postales muestran paisajes muy pintorescos en el paseo portuario, que en décadas lejanas podía disfrutar toda la familia, inclusive las amas de casa iban directamente a la banquina de los pescadores y cuando llegaban las lanchas amarillas, podían comprar el pescado del día, a la puesta del sol.
Todas las temporadas el sector portuario era una fiesta tanto de día como de noche, donde la música griega le ponía una cuota de encanto y fantasía al lugar. Había intenso movimiento no sólo por la operatoria del puerto que se podía a apreciar a pocos metros, sino por la descarga de las lanchas, ver en primer plano el trabajo de los pescadores, además de los comercios gastronómicos que eran muchos más que ahora, donde se podían comer los frutos del mar.
Inclusive, hace más de 50 años el barrio portuario era todo baldío, había muy pocas casas y la avenida 59 era una sóla mano hasta la calle 34. Estando asfaltada sólo hasta esta cuadra yedo del centro. Habiendo que transitar por la otra que era ida y vuelta, pero toda asfaltada en su recorrido puerto centro.
Espectáculo del barrio era ver salir del puerto a todos los obreros en sus bicicletas cuando sonaba la famosa “vaca”, que era una sirena que tocaba a las 12 del mediodía. Algo atractivo porque veían bicicletas todas juntas, y los obreros paraban en los bares a tomar una copa para luego continuar con su trabajo. En este sector había un bar cada cuatro o cinco cuadras.
En este barrio se habían asentado mucha gente que se dedicaba a la pesca, inmigrantes, que eran todos familiares.
A través de amistades y vínculos que se forjaban en la escuela, había hijos de pescadores y los chicos conocían a las familias, el trabajo de los pescadores y el mundo de la pesca, que en aquella época tenía mucho auge.
Eran años donde uno se podía acercar hasta la orilla del río, se accedía hasta la banquina de los pescadores, que era un lugar turístico, donde las lanchas descargaban los cajones, había cantinas, locales típicos, pero con la inundación de 1980 y la caída del puente empezó a languidecer y no quedó nada.
La creciente del río arrasó con todo ese lateral y cuando lo reconstruyeron armaron muelles altos con amarraderos para barcos grandes, quedando a un lado las lanchas amarillas que, por años ocuparon el lugar.
Ello trajo aparejado un cambio en la operatoria del puerto porque dejaron de bajar los cajones de forma manual pasando a utilizar guinches. Hasta que finalmente el puerto se cerró con alambre y no se puede entrar más.
Y ese paisaje era tan llamativo para los turistas que aquellos que vinieron antes del `80, y volvieron a veranear después de la inundación, preguntaban qué había pasado con esos puestos gastronómicos y la banquina.
Desapareció todo.
Recuerdos
La inundación y la destrucción generó un impacto letal para el sector portuario. La pérdida del puente Ezcurra afectó al comercio, el movimiento de gente, cambió el tránsito de los micros.
Gabriel Gonzo quien se crió en este barrio junto a su familia, quienes trabajan en el rubro hotelero y gastronómico recordó que “ese día de la inundación yo estaba en el centro pero vi la crecida del río y vi pasar postes, tinglados, animales. Siempre viví frente al río pero nunca lo vi con esa furia, arrancando todo a su paso, daba pánico esa imagen”.
Este sector dejó de ser un paseo como era antes, y hoy en día hay muy pocas cantinas, que siguen recibiendo a los turistas.
En la época de esplendor había entre 15 y 20 lanchas amarillas y hoy son cerca de 7, y prácticamente toda la producción en comprada por frigoríficos de Mar del Plata, quedando muy poco aquí
De nuestro puerto sale lenguado, calamaretes, merluza, corvina, chernia, mero, besugo y pescadilla. Por otro lado, actualmente está en auge salir a pescar de forma particular en gomones.
La Fiesta de los Pescadores que se organizaba, era de tal magnitud que se realizaba en todo el predio que hoy está cercado en el puerto en el sector de la banquina. Era un espectáculo que duraba entre dos o tres días, siendo una fiesta tradicional en el verano
Por su parte, Omar Del Giorgio, quien también se crió y vivió en este barrio no pudo dejar de mencionar la nostalgia que siente, “son recuerdos que muchas personas tenemos de nuestra infancia, de cómo se jugaba en los potreros a la pelota, éramos más libres, con menos peligros. Uno espera que la ciudad crezca y se modernice. Necochea tendría que ser mucho más superior a lo que es hoy, que ofrezca una infraestructura turística portuaria para que se disfrute y se pueda visitar”.
Las imágenes, los recuerdos y fotos reflejan cómo era antes este paseo, basta con escuchar a los vecinos que viven hace muchos años, a quienes se les entrecorta la voz cuando hacen mención a esa época dorada.