Los caminos de la vida
José “El Chino” Raiman, desde su adolescencia se ganó la vida trabajando. Siempre, desde esa época, él tuvo la suerte de decidir para qué lado se quería dirigir
Alejandro Sánchez – Redacción
Bien temprano a la mañana cuando muchos llevan a sus hijos a la escuela u otros se dirigen a sus trabajos, la bicicleta azul siempre se ve por la avenida 59 con un rápido y seguro andar que terminará en la Municipalidad de Necochea.
Donde le espera una nueva jornada de trabajo en el predio de estacionamiento de la Municipalidad de Necochea, lugar en el cual siempre recibe a empleados y funcionarios con lo mismo, una sonrisa y el saludo amable de alguien que ha hecho de la simpatía y la gentileza una forma de vida
Hoy José “El Chino” Raiman no sólo cuida los vehículos sino que también se encarga que este ordenado el predio, que se respeten los lugares e ingresen sólo los autos habilitados.
Pero más allá de este presente, “El Chino” tiene una historia que merece ser contada y una vida donde siempre, desde niño, tuvo la oportunidad de elegir qué camino quería seguir.
En la calle
“Yo nací en 1962, me crié en el barrio que se encuentra detrás de la Escuela Nº 1, allí en la calle 71 vivía en un conventillo, en un hogar humilde que me dejó muchas enseñanzas para el resto de mi vida”, contó el protagonista.
De esta forma empieza el relato y las anécdotas de su vida, mientras la emoción se hace presente en sus ojos, cuando habla de algún momento de su niñez o adolescencia que estaba recordando. De esos años aparecen en su memoria las imágenes de familiares que dejaron este mundo, algo que lo marcó, lo que hizo que desde chico haya tenido que empezar a ingeniárselas para llevar comida y algo de dinero a su familia.
A raíz de esto, el tiempo comenzó a repartírselo entre la Escuela Nº 12, de la cual “a veces me hacía la rata”, y el centro, “lo que hizo que de a poco me hiciera conocido, lo que me ayudó a empezar a hacer algunas changas”.
En el mismo momento que llegaba la adolescencia, cuenta el Chino que “la vida me dio oportunidades y la posibilidad de qué camino elegir” y agregó que “yo me crié en la calle por eso tenía dos caminos para tomar, el que me iba a hacer un hombre derecho o sino el otro que me iba a hacer torcido”. Disyuntiva que en forma recurrente volvía en su vida, pero él siempre recordó que “desde muy chico me enseñaron que me tenía que ganar el pan”.
El centro
A los 13 años, el Chino ya era un habitué más de la parte céntrica de la ciudad, lo que hizo que empiece a trabajar en lugares emblemáticos.
“Yo me inicié laboralmente en Casa Dones, donde salía a vender golosinas con un cajoncito y así me ganaba unos pesitos. Cuando terminaba mi trabajo ahí me cruzaba a Casa Irupé y salía a repartir las boletas del Prode”, explicó. Y dijo que “tengo excelentes recuerdos del “Cholo” Dones” con quién no sólo trabajaba sino que también le daba consejos y agregó que “un día esta persona me dice querés ganar algo más de plata, le digo que sí y me hizo un cajón de lustra botas para que yo no tuviera que ir pidiendo la monedita sino que me la den por el trabajo”.
De esa forma en esos años, los primeros de la década del `70 fue conociendo la calle y había comercios que le guardaban el guardapolvo y los libros, “de eso nunca me voy olvidar”, dijo. Como tampoco lo hace de la Casa Gómez, donde se desempeñó.
Igualmente no todas eran flores porque en esa actividad laboral también estaba presente un entorno familiar complicado que lo llevó a vivir en la calle. “Yo dormí en los paños de las mesas de billar, debajo de los juegos inflables o de una mesa”.
“Anduve en la vagancia no voy a decir que no, pero era distinto a lo que es ahora, que andan con un revólver y cuchillo”, señaló.
Entre los trabajos que hizo, recordó que fue vendedor de diarios, donde formó una entrañable amistad con Oscar “Caballito” Del Negro, también fue heladero y se desempeñó en la tienda Hidalgo Sola. Además vivió en Mar del Plata donde fue control de ingreso en el estadio mundialista “José María Minella” en los partidos de verano y en el superdomo. También trabajó en la cantina Chichilo.
El cine
A los 16 años, un amigo “el Flaco” Reynoso lo llamó y le dijo “vení, querés barrer la vereda en el Cine Teatro París”, y así arranco su historia con la sala.
“En esa época en el cine trabajaban muchas personas, y me decían Chino vas a ver qué ya vas a entrar y un día vino alguien de Buenos Aires, una especie de inspector y después de eso me preguntaron si no me gustaría trabajar de control del cine. Lo que acepté de inmediato”, expresó.
Hasta ese momento para ir al cine el Chino se escapaba de la escuela o de su casa, pero ahora la labor sería más formal, por lo cual tuvo que pedir la autorización en su casa y le otorgaron el permiso.
Sobre esta experiencia contó que “en el cine fueron épocas muy lindas, yo repartía la programación. Por ejemplo el matiné arrancaba a las 14. Era impresionante. De ahí me iba al Gran Sud o al Atlantic porque un día un acomodador me pidió que les dé una mano”.
Uno de los pasatiempos entre los trabajos eran los jueguitos electrónicos y el Chino era famoso por su destreza, tanto que los niños más chicos se reunían alrededor de él para verlo jugar. “Jugaba al Galaxi y al PAc Man, en un local en donde hoy funciona la delegación del Anses (en 59 entre 64 y 66)”, manifestó.
La Municipalidad
Ya más cerca en el tiempo, en los últimos diez años mientras cuidaba rodados en las diferentes calles, se fue acercando a la Municipalidad y gracias a eso hoy se desempeña en el predio municipal (la entrada está en 61 entre 54 y 56), de lunes a viernes de 8 a 14.
Sobre esto indicó que “yo doy gracias a Dios que le pude dar una educación distinta a mis hijas, tengo cinco y dos nietas. Yo me las rebusco como puedo. En la política a mí me enseñaron que hay que ser callado, a tener respeto y si puedo ser una tumba lo soy. Siempre aprecié a todos los políticos. Siempre trate de llevarme bien con todos”.
Además de este trabajo, junta cartones y aluminio. También cuida vehículos en otros lugares, ya que lo llaman para que vaya. “Esto marca el respeto que se me tiene y confianza para cuidar los autos”, consideró.
“Gracias a Dios, estoy orgulloso de mi vida, si puedo llegar a cumplir otra meta bien, sino yo igual estoy contento y en la calle sigo rebuscándomela”, palabras de una persona que más allá de las dificultades supo tomar decisiones y caminar por el lugar que él quiso.///