Los jóvenes importan más que un voto
«Juventud sin rebeldía,
servidumbre precoz»
José Ingenieros
Muchas veces le prometen el futuro para negarles el presente. La captación del voto joven es una obsesión de la dirigencia política que se aumenta potencialmente ante cada elección. Resulta evidente que se ponen los ojos en esa franja que va de los 16 a 28 años, tanto de mujeres como de varones que la cuarentena golpeó fuerte, con especial particularidad en virtud a esa etapa de la vida, donde hay un mundo por delante y el encierro parece más encierro.
Factores ajenos a la pandemia se suman como un desempleo tan alto que afecta al igual que en otras fracciones de la población estimándose en cinco millones, donde el 41 % entre 18 a 34 años encuentran lejana la posibilidad del empleo y los que trabajan en gran porcentaje tienen ingresos menor al salario mínimo, vital y móvil, hoy de 32.000 pesos la gran mayoría que tiene trabajo es en negro, marginal o denominado «changas».
Millones de jóvenes en estos momentos están complicados en la Argentina. Son difíciles de encuadrar para todo el arco político, más aún, luego de los tremendos golpes anímicos y encierros sufridos durante la cuarentena; según recientes encuestas marcan claramente que el 58 % de los entrevistados de esa edad quieren irse del país. Son parte de aquellas 100 personas que emigran diariamente en busca de mejores horizontes
Existe un 50% que está en situación de pobreza, cinco de diez abandonan la escuela primaria en el corazón del conurbano bonaerense y zonas más marginadas y no consiguen trabajo dos de cada cinco, el desempleo juvenil es el más alto desde 1983 a la fecha; el diez por ciento de la población joven crece en la pobreza extrema: escasa alimentación desde el nacimiento, con todo lo que esto implica, muchos de ellos culminan sus vida antes de llegar a los 20 años por diferentes motivos, salud sin atención debida, muerte por enfrentamientos cuando desbordan el orden y riñas callejeras intra muros que terminan en fallecimientos. Estos jóvenes, la llamada “Generación Z” nacidos entre 1995 al 2001 marca una realidad tremenda, la pasan mal tres de cada cinco, habiendo aumentado el consumo de drogas en un 200 por ciento entre la juventud en los últimos quince años.
Estos cocteles dejan a las claras el presente y la esperanza cada vez más lejana de alcanzar otro nivel social, siendo una solución constante y repetida los planes sociales para intentar detener lo irreversible, a veces de la mano de algún influente llegan al trabajo estatal el que ya está agotado porque se chocan en los pasillos de las reparticiones oficiales y, la falta de empleo privado es escasa y exigente.
En el medio de este panorama aciago observamos que la mayoría de la clase política ejerce otra discriminación a la hora de cada elección, tomándolos como zombis que solamente pueden ser seducidos por un ritmo musical, una pasión deportiva o acomodando las circunstancias a los clásicos planes; pan para hoy hambre para mañana y alejándolos de la cultura del trabajo. No se puede medir a todos con la misma vara, la falta de educación o posibilidades económicas agudizan la situación.
La ausencia de oportunidades y la desigualdad manifiesta golpea duramente a quienes pretenden en vano poder concretar sus anhelos, crecer en su trabajo si lo tienen, ser un profesional, conformar una familia y pensar en el futuro con optimismo. Todo esto nos trae a cuento que en cierta ocasión el multimillonario estadounidense John Rockefeller dijo: “ser joven es formar su carácter, formar su familia y conseguir créditos», aunque parezca frío y capitalista, es una auténtica realidad y algo que parece una quimera en la Argentina del presente.
¿Y por Necochea cómo andamos ?
En nuestro distrito 2.000 jóvenes cumplen la mayoría de edad cada año si sumamos una década tenemos 20.000 entre 18 y 28 años, algunos de ellos parten a estudiar fuera de la ciudad, otros no logran ese objetivo por razones económicas y otra franja intenta incorporarse al mercado laboral pensando al poco tiempo en formar una familia siguiendo el sentido del ser humano como criatura de Dios.
Surgidos de un pequeño y privilegiado grupo algunos serán futuros dirigentes, políticos, sociales, culturales o deportivos, comerciantes o profesionales apenas venidos de un pequeño sector de la comunidad que ve cumplidas sus ilusiones.
No se puede caer en expresiones de deseos sino que se debe trabajar decididamente para lo más importante como es la educación. Por eso se hace imprescindible tener una universidad para que no deban emigrar y tal vez no regresar.
La fuga de millones de pesos que año a año se van de la ciudad, sin dejar de lado el costado familiar, el desarraigo, esto debe ser una política de Estado que no divida sino sume a todo el arco político en busca de una universidad pública con carreras tradicionales e innovadoras evitando toda la emigración, apoyando la educación como motor fundamental del crecimiento y desarrollo sustentable de una comunidad organizada.
Las carreras universitarias no abarcaran a todo el contexto de los jóvenes, por eso es necesario con urgencia un programa de emergencia de reactivación laboral para los más desfavorecidos social y económicamente, asegurando que la propuesta sea adecuada para que los sectores más necesitados aspiren a la inserción laboral, para lo cual hay que prepararse, ampliar, diversificar la información sobre todo el mercado de trabajo disponible, no sería descabellado promover una especie de “ombudsman” (defensor del pueblo) que sea un defensor de la juventud, entendiendo sus códigos su forma de vida, problemas, incertidumbre, con un detalle que debe ser tenido muy en cuenta, no sólo la pandemia ha provocado para el mundo joven estado de depresión, sino antes y en los últimos meses hemos asistido a suicidios o intentos que por suerte no tuvieron final fatal, hechos a los que se debe prestarle mucha atención.
Ante la juventud nuestra dirigencia política no debe mostrarse demagógica, querer parecerse en sus hábitos para lograr una relación de empatía, o lo peor, como el mismo presidente Alberto Fernández que recibe y se saca fotos con L’Gante, es una manera burda de jugar el rol popular. La juventud es más que una simple foto o un voto pedido para aumentar el caudal de flacas urnas.
¿A dónde marcha el voto joven ?
A este cronista le gusta hablar con los jóvenes porque aprende, intenta entenderlos, a veces no lo consigue y le angustia cuando se llega a la charla sobre el mundo de la política, la mayoría de las veces surge el rechazo, como si la política fuera algo exclusivamente de una geografía en donde no habitan y le sorprende el hecho que no diferencian entre conservadores o progresistas para ellos todo es igual ni siquiera le importa analizar o estudiarlo. Lo mismo pasa cuando les pide identificación con la derecha o izquierda, no hacen distinciones, más aún, algunos presidentes son ya moneda de colección como Alfonsín, Menem o el propio Kirchner, viven el presente, ni hablar de partidos políticos los que pertenecen a un tiempo ya pasado. En su mayoría se alejan a decir verdad porque la política ha hecho por alejarlos, con actitudes sectarias, grietas que no comprenden, un mensaje pretérito donde miran el país con un espejo retrovisor.
En el distrito se registró un alto índice de ausencia a las urnas, el 12 de septiembre, en los jóvenes y en los de más de 70 años que no tienen obligatoriedad. Lejos han quedado los tiempos ricos de la militancia y la presencia activa en los locales partidarios, esos traspasamientos generacionales tan necesarios para la renovación de ideas.
Estos dos arcos de la vida motivan a una frase: «en la juventud aprendemos, en la vejez entendemos» y recuerda también una de José (Pepe) Mujica expresidente del Uruguay: “Cuando era joven quería cambiar el mundo, hoy me conformo con cambiar una vereda”.
Por eso nadie puede visibilizar el voto joven, ya no es propiedad de una izquierda romántica, de un peronismo pasional o un radicalismo fervoroso, tampoco es propiedad de un nuevo liberalismo, es un sentimiento tan personal que es difícil encasillarlo por eso tampoco se encuentra ese hilo conductor de acercamiento de los dirigentes, que cuando quieren parecerse terminan en el ridículo, cuando quieren ser paternalistas les quitan oxígeno, cuando lo intentan politizarlos encuentran una indiferencia supina.
Lo único que puede conducir a una juventud que adscriba a una idea es cuando se sienta motivada e integrada y, en cuanto le digan que es el presente para postergarle el futuro, seguirá siendo intemperante en sus deseos y no está mal que así sea.