Los sabores de la Pascua: historia y presente del huevo, el conejo y la rosca
Símbolos y tradiciones que se renuevan cada Pascua. Más allá de la espiritualidad religiosa, la gastronomía adquirió a lo largo del tiempo una preponderancia importante entre los fieles y aquellos que no lo son
Cada Semana Santa, miles de familias se reúnen en torno a una mesa donde los protagonistas no son solo los encuentros, sino también los sabores: huevos de chocolate, conejos dulces y la clásica rosca de Pascua. Pero ¿de dónde vienen estas costumbres? ¿Qué relación tienen con la historia cristiana? ¿Y cómo fueron adoptadas por los comercios argentinos?
El huevo es uno de los símbolos más antiguos de la vida y la fertilidad. Mucho antes del cristianismo, en civilizaciones como la persa o la egipcia, el huevo era ofrecido como regalo de primavera. Con la llegada del cristianismo, esa simbología fue resignificada: el huevo pasó a representar la tumba vacía de Cristo y, por tanto, su resurrección. Durante la Edad Media, era costumbre bendecir huevos cocidos y pintados con colores vivos, y regalarlos el domingo de Pascua. Fue recién en el siglo XIX, en Francia y Alemania, cuando se comenzaron a fabricar huevos de chocolate, una moda que se extendió con rapidez por toda Europa y América.
El conejo de Pascua proviene también de tradiciones germánicas. En esos pueblos, el conejo era símbolo de fertilidad, debido a su capacidad de reproducción. En el siglo XVII aparece por primera vez la leyenda del “Osterhase”, el conejo pascual que traía huevos a los niños que se habían portado bien. Esta tradición fue llevada a Estados Unidos por inmigrantes alemanes, y de allí se expandió al resto del mundo occidental.
En nuestro país, desde mediados del siglo XX, las confiterías y chocolaterías comenzaron a adoptar la figura del conejo hueco de chocolate como un producto estacional, especialmente atractivo para los más chicos.
La rosca de Pascua, por su parte, sí tiene un origen más cercano a la tradición cristiana europea. Se relaciona con los panes dulces que se preparaban durante la Pascua en España e Italia, símbolo de la alegría por la Resurrección.
Su forma circular representa el ciclo de la vida eterna, y suele adornarse con crema pastelera, cerezas o huevos duros (hoy reemplazados muchas veces por huevos de chocolate). En Argentina, la rosca llegó con los inmigrantes y fue adoptada con entusiasmo por las panaderías locales.
Un negocio con sabor local
Hoy, chocolaterías artesanales, pastelerías familiares, panaderías de barrio y grandes cadenas de supermercados ofrecen estas delicias con diseños innovadores, packaging llamativo y producción a gran escala.
En ciudades como Necochea, Mar del Plata o Tandil, muchos emprendedores aprovechan estas fechas para lanzar productos propios, con ingredientes locales, apelando tanto a la tradición como a la creatividad. Algunos incluso organizan ferias o promociones solidarias para celebrar la Pascua como una fiesta de comunidad.
La costumbre de regalar huevos, conejos y roscas tiene, entonces, raíces profundas y significados diversos. Pero más allá del chocolate o del dulce, lo que permanece es el gesto: compartir algo con otros, como signo de vida nueva. Porque, al fin y al cabo, eso es la Pascua: el triunfo de la vida sobre la muerte.
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