“Me costó horrores dejar el jardín y todavía sueño con mi profesión”
María Cristina Corvalán. Durante 34 años ejerció la docencia como maestra jardinera y pasó por varios establecimientos educativos de Necochea y Quequén, donde dejó sus huellas
“Sueño con el jardín de infantes más de una vez, de hecho, me costó horrores dejar mi actividad, pero estoy tranquila y muy satisfecha por lo realizado. Siempre traté de dar lo mejor de mí, en cada lugar donde trabajé”.
Con esa afirmación, María Cristina Corvalán, comenzó la charla con Ecos Diarios, donde narró una parte importante de su labor profesional, que le permitió conocer y relacionarse con muchas personas.
“Mi amiga del alma y media hermana, Angela García, con quien nos conocemos desde los 5 años, ha sido fundamental en mi vida y con ella estudiamos juntas en la primaria y secundaria y hasta nos recibimos como maestras jardinera”, enfatizó.
Al respecto, señaló que “por ese motivo, mantuve un contacto fluido con el jardín de infantes y con ella, hemos compartido muchos momentos. Inclusive, Angela aún está al frente del Jardín Pirín Pin Pong”.
Cristina Corvalán comenzó “en el ámbito privado, en el Jardín Arenitas, y luego recorrí todos los establecimientos de nivel inicial de la órbita estatal. De todos los lugares de trabajo, me llevé amigas y hemos compartido muy lindos momentos y aún lo hacemos en la actualidad”.
Una afortunada
Reconoció que “tuve la fortuna de encontrarme con alumnos míos de la primera camada, personas de entre 30 años y más, quienes me han reconocido y me presentaron a su esposa o a sus hijos, en algunos casos. La verdad, ha sido una gran satisfacción después de tantos años de profesión”.
María Cristina sostuvo que las docentes de nivel inicial “estamos en la etapa de la formación de la persona, es muy especial, realmente, porque vemos a los padres que dejan en nuestras manos a sus hijos”.
Añadió sobre ello que “para uno mismo, es muy importante esta situación, porque nos relacionamos con las familias tomamos cariño a los integrantes y a los propios niños que tenemos en la sala”.
“Trabajé durante 34 años en la docencia y 12 años mantuvo un doble turno. Estuve como maestra en nivel primario unos meses, un año en el nivel especial y luego en los jardines de infantes”, contó orgullosa al recordar su dilatada trayectoria.
Otras actividades
Cuando dejó la docencia para recibir el beneficio de la jubilación, María Cristina también enfrentó el nuevo desafío de encontrar otros caminos laborales y como primer paso, tuvo un salón para la organización de diferentes eventos.
“Luego con el inicio de la pandemia por el Covid-19 tuve que cerrar las instalaciones y cuando se realizó la apertura de las actividades, no volví a retomar con esta labor”, reconoció la docente.
Explicó que “lo valioso es sentirse activa, por eso empecé a estudiar idioma inglés y ahora voy a concurrir al taller de pintura, algo que siempre quise hacer y era una materia pendiente en mi vida”.
También tuvo un emprendimiento de comidas, donde contó con la colaboración de su esposo Marcelo Hernández y de su hija Florencia, “pero me demandaba mucho tiempo que no disponía y no pude continuar”, señaló al respecto.
El “ping pong”
Cristina Corvalán, docente jubilada y transitando una nueva etapa de su vida, también aceptó el “ping pong” de preguntas y respuestas que propuso Ecos Diarios, a los fines de conocerla un poco más, acerca de sus gustos.
Un ideal de vida: ver felices a mis hijos y que sean buenas personas
Un lugar: la playa, amo el mar
Una comida: me encanta el chocolate
Un cantante: el grupo de música clásica “Il Divo”
Un actor: Leonardo Sbaraglia
Un sueño: ser feliz
Una prenda de vestir: la ropa deportiva, cómoda
Un color: el blanco
Un viaje: sueño con conocer París, Francia, en algún momento
Una bebida: el agua
Una flor: las calas
Alegre. Por haber cumplido con tantos años de servicio, se siente Cristina Corvalán
En familia. Junto a su esposo Marcelo Hernández y sus hijos Marcelo y Florencia
Retrato.
María Cristina estudia idioma ingles y piensa concurrir a clases de pintura
María Cristina Corvalán trabajó durante 34 años en establecimientos educacionales, mayormente, en jardines de infantes de la órbita del Estado, aunque se inició profesionalmente en el Jardín de Infantes Arenitas, que es privado.
Los pequeños que han pasado por sus manos, la han bautizado como “Tis” en la salita de 2 años o “Critina”, en otros casos.
Está casada con el productor agropecuario Marcelo Hernández y tiene dos hijos: Marcelo de 32 años, que es contador público, y Florencia, de 31, quien es economista.
Ambos tienen sus actividades en Necochea, de manera independiente.
Cristina Corvalán tiene dos hermanos, Hebe y Alberto, con quienes compartió la infancia y adolescencia entre la vivienda de sus abuelos, en calles 57 y 36, y la casa de sus padres, construida al lado.
“Fui a la Escuela Primaria Nº 7 con mis hermanos cuando estaba en el predio de avenida 59 y calle 34 y con mi gran amiga Angela García, estudiábamos en un cuarto que tenían mis abuelos en la casa de madera que debe tener unos 100 años de historia”, puntualizó con mucha emoción en sus ojos.
El padre de María Cristina Corvalán era carpintero cementista, elaboraba cemento armado y su mamá, además de desarrollar el trabajo de ama de casa y criar a sus tres hijos, realizó trabajos de modista.
Una vez alejada de la docencia, emprendió otras actividades y comenzó a estudiar idioma inglés, pero ahora agregará como experiencia personal, crear con la pintura, algo que tenía pendiente. ////