“Mi mamá me dijo: ¡“No te va a pasar nada, la Virgen te va a proteger!”
Omar Mastronardi se encontraba, en 1982, realizando el Servicio Militar Obligatorio y fue trasladado a Malvinas, donde se le asignó defender la Base Aérea Militar
Omar Jesús Mastronardi, es necocheense, está casado con Claudia Peláez y padre de Esteban y Matías. En 1982, cuando comenzó el conflicto bélico frente a Gran Bretaña, por la recuperación de las Islas Malvinas, se encontraba realizando el Servicio Militar Obligatorio en Mar del Plata y fue trasladado hasta allí, donde defendió la Base Aérea Militar.
Hoy es integrante del Centro de Ex-Combatientes de Malvinas de Necochea y jubilado como trabajador del Banco de la Nación, dialogó con Ecos Diarios y recordó aquellos días en las islas argentinas.
¿Cómo fue tu experiencia en el 1982?
Yo estaba realizando el Servicio Militar Obligatorio en la base militar en Mar del Plata, de la Fuerza Aérea. Nos incorporamos los primeros días de enero de 1982 en la instrucción de batería antiaérea. Los primeros días de abril salimos desde Mar del Plata en un Hércules directamente con destino a Malvinas. El 5 de abril tocamos suelo de las islas. Cuando llegamos no había nadie. Los que habían tomado las islas durante el Operativo Rosario, se habían ido.
La instrucción que tuvimos con los cañones no era tan difícil, un poco de mantenimiento. Estábamos encargados de cargar los cañones. Eran un grupo de 8 soldados, y entre 20 oficiales y suboficiales.
¿Cuál fue tu tarea en Malvinas?
Nos tocó hacer la defensa de la pista de Puerto Argentino. Estuvimos un tiempo realizando los pozos con palas mecánicas. Tuvimos un problema porque el agua comenzó a inundar los pozos.
Éramos la artillería antiaérea, los cañones necesitaban mucho mantenimiento por el clima hostil. Eran dos cañones uno andaba y otro no, con la mitad del personal se podía manejar perfectamente y eso permitía descansar un día y otro estar de guardia.
¿Cuándo inició el ataque británico?
El primero de mayo fue el primer ataque, fue muy cerca de la posición en la que estábamos nosotros. A partir de ahí, y durante un mes fue un bombardeo permanente.
A pesar de la gran diferencia tecnológica logramos defender la pista hasta el día de la rendición.
¿Cómo era la relación con tus compañeros?
Era una relación de mucha camaradería. Nunca hubo problemas. La Fuerza Aérea, a nosotros, nos trató muy bien, mostraron mucha profesionalidad.
Respecto al ejército noté mucha falta de comida, chicos cercanos a mi posición que estaban mal vestidos. Tenían un carro donde transportaban la comida y los últimos comían agua.
En la pista: ¿Aterizaban aviones argentinos?
Los que podían aterrizar eran los Hércules, algún avión de línea y los Pucará. Se quiso ampliar la pista con unos chapones pero no funcionó. No daba la extensión de la pista para que bajaran los demás aviones, por eso la gran desventaja con los ingleses. Los Harrier (aviones cazas ingleses) los largaban desde los portaaviones. Nuestros aviones tenían que salir de San Julián, Río Gallegos o Tierra del Fuego y los tenían que reabastecer de combustible en vuelo.
¿Cómo era la higiene?
Recuerdo que sólo una sola vez me bañé. Uno de la armada me había dado ropa nueva, no me la quería poner para no ensuciarla. Entonces agarré un día y les dije a mis compañeros: “Yo me baño”. Agarramos un tanque de nafta, lo vaciamos, lo llenamos de agua y a bañarse a la intemperie. Desnudos, nos metimos adentro, nos limpiamos y salimos. No me aguantaba más la mugre.
¿Te podías comunicar con tu familia?
El 4 de mayo, mi primo Telmo Borrelli que estaba en el Radio Club de Necochea, me envía un telegrama escrito en un papel. Decía algo así: “Telmo y Carmen te saludan en tu cumpleaños”, fue algo que me dejó helado, lo miraba y lo volvía a mirar, yo no tenía información de nada y fue altamente gratificante para mí, recibir una muestra de cariño.
Al grupo le llegaban cartas que les enviaban, a través de los aviones. Yo le escribía a mi mamá.
¿Cuándo regresaste?
En mi caso, vine un día antes de la rendición, en el último avión Hércules que despegó desde Malvinas con destino a Comodoro Rivadavia. Había que salir con urgencia porque los ingleses estaban en la zona y había heridos.
Otra cosa que pasó fue que el día anterior nos llegó el relevo. Dos días antes de la rendición. Nosotros supuestamente íbamos a estar un mes, tendría que haber sido los primeros días de mayo, pero como fue todo el bombardeo, ya pensábamos que no había relevo. Gracias a Dios pudimos volver.
¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
Ellos no me esperaban. En ese momento no había la comunicación que existe ahora.
Llegué como a las ocho de la noche a la terminal de Necochea, venía desde Mar del Plata. Tomé un taxi, tenía dinero porque la Fuerza Aérea nos había pagado una plata. Pasé por el Centro Vasco, yo sabía que mi hermano mellizo (Juan Pablo) estaba ahí. Le digo al tipo que manejaba, frená acá y me bajé. Estaba con la ropa militar porque a nosotros no nos habían dado la ropa de salida. La ropa que nosotros dejamos en la base militar se la robaron toda, lo único que me dejaron fueron unos zapatos marrones que eran grandes como una canoa. Entonces estaba con la ropa militar, te la dan cuando jurás la bandera.
En el Centro Vasco, me miraban y me abrazaban todos. Mi hermano y mi primo José Luis me llevaron a casa. Fui al patio y mi vieja (Blanca Ruiz) estaba haciendo una torta. Ella tenía una costumbre que luego la sacaba a enfriar afuera. Hice un ruido y le dije: “Gato, vieja”. La alegría fue inmensa. Estaban mi papá Omar, mis hermanos Matilde, Teresa y Pablo y mis primos Telmo y Carmen.
¿Volviste a Malvinas alguna vez?
Yo trabajaba en el banco de la Nación y nos pagó el viaje, como a otros 60 veteranos de todo el país. Se agregó La Bancaria (el sindicato de los empleados bancarios) y pudimos volver todos. A mí me tocó viajar con un compañero de Miramar y otro de Dolores que éramos conocidos de la zona. La verdad no tenía muchas ganas de ir. Pero los compañeros me insistieron y accedí.
¿Dónde se alojaron?
En un hotel cinco estrellas, Malvina House, es espectacular. Ahí nosotros comíamos en la parte de arriba y abajo solían comer los soldados ingleses que están ahora. Ellos hacían de cuenta que no existíamos.
En Malvinas han hecho una base que no se puede creer, tienen unos hangares gigantes. Ahora cuando llegas a Malvinas, descendés en la base militar, se ven antenas, cables, radares por todos lados.
El único lugar donde podés ir con una bandera Argentina es en el Cementerio de Darwin. Uno del grupo sacó una bandera y no sé desde donde salió un avión, parecía un pájaro, pasó rasante. Están permanentemente alertas, te están mirando. Allá se respeta todo.
¿Te gustó la experiencia?
Sin dudas. Encontré cosas o lugares donde, no sé si sería por la edad o qué, pero no los reconocí. No pude encontrar donde estuve porque la pista ahora la hicieron aeródromo. Yo estaba cerca de una playa, y no la ví nunca en 1982. Es un lugar que parece el caribe, el color del agua es verde. La visión a los 18 años quizá era totalmente distinta.
¿Si tuvieras 18 años volverías a combatir?
Si, calculo que todos los que fuimos no lo pensaríamos. Tengo que agradecer, mi vieja (Blanca Ruíz Alvear) era muy católica, antes de irme me dijo: “No te va a pasar nada, la Virgen te va a proteger” y realmente pasó así.
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