Mismos ingredientes, mismos resultados
Del editor
Al llevar a cabo estrategias y planes que no terminan dando buenos resultados, es más que necesario explorar con otras ideas en busca de que no se sigan produciendo las mismas y magras respuestas.
Una de esas fallidas intentonas, que aun así se siguen repitiendo año a año, en el Estado municipal, es el tema de las concesiones, particularmente las ubicadas en la zona de la costa.
Seguramente la elaboración de los pliegos, en los que se buscan innovaciones que modernicen un frente costero detenido en el tiempo, cuenta con la inventiva y dibujos arquitectónicos muy bonitos que ilusionan a los funcionarios de turno creyendo que por ahí pasa el desarrollo de la ciudad. Sin embargo a la luz de lo sucedido en las últimas décadas, el sistema de concesiones ha demostrado que en Necochea no funciona.
¿A qué se debe este fracaso constante, que en más de una ocasión termina en pleitos? Hay multiplicidad de causas, entre ellas una manifiesta inoperancia desde el Estado para ejercer el control para que tales concesiones se cumplan tal cual lo pactado. Pero principalmente está harto comprobado que el concesionario nunca invertirá fuerte en lo que no es de él, mucho más cuando se acerca el fin de su explotación. Si al permisionario no le ha resultado rentable la explotación comercial del área asignada, abandona el emprendimiento y ni siquiera abona el canon prestablecido, lo que genera juicios y lugares que, al judicializarse pueden llegar a estar por mucho tiempo en manos de nadie. Y si no se crea otra figura, difícilmente se superará esta anodina realidad.
Dolores de cabeza y fracasos
En los últimos años son numerosos los ejemplos de concesiones frente al mar, tanto en Necochea como en Quequén, que naufragaron en fracasos o mutaron en forma negativa.
Concesiones que son transferidas a terceros, que obviamente tienen aún menos interés en invertir; aventureros o firmas que cumplen las primeras exigencias de los pliegos y luego se dejan estar, exponiendo excusas de temporadas malas en cuanto a rédito. Eso sí, esos concesionarios generalmente no devuelven el inmueble, y en no pocos casos se atrincheran en forma antirreglamentaria, obligando al Ejecutivo a recurrir a Justicia para recuperar el bien. Muchas veces destruido o quemado cuando queda abandonado por largo tiempo.
Amiguismos que prevalecen por sobre los controles; valores que en la constante evolución inflacionaria terminan siendo irrisorios y llamativas tardanzas por parte del Estado para licitar con el debido tiempo, y terminar repitiendo permisos precarios para que siga explotando el lugar el mismo concesionario al que se le venció la explotación, integran una cadena de falencias que explican porque la ciudad sigue estancada en cuanto a crecimiento turístico.
Un nuevo intento
Por estos días el Ejecutivo prepara los pliegos para licitar cinco sitios frente al mar, entre ellos balnearios, un restaurante y paradores. Aquí nos permitimos señalar una vez más que en Mar del Plata desde Punta Mogotes hasta Miramar, los balnearios y paradores, a la vera de la ruta, sobre la arena son de dominio privado.
Una vez más se propone y exige seguir un lineamiento estético, que incluye la conformación de construcciones livianas y que sean demolidas las estructuras de cemento que afean la costa, algo que por otro lado el municipio tiene pendiente demolición el balneario ACA.
Se invita, una vez más, a aunar esfuerzos para modernizar el frente costero con un aporte mixto del Estado y el inversor privado.
Más allá de esta nueva etapa, el derrotero que han seguido las concesiones no hace abrigar esperanzas de que vaya a cambiar la mediocridad a la que se ha sumido al estratégico paisaje de nuestra costa.