Motos: picadas, muertes, ruidos molestos y maniobras peligrosas ante una clara falta de control
Transgrediendo normas, los motociclistas desafían y se burlan de las autoridades, poniendo en juego su vida y la de terceros
Una mezcla de enojo, miedo y resignación atraviesa a la mayoría de los integrantes de nuestra comunidad, ante una conducta que sigue sin control y en crecimiento: la de irresponsables motociclistas que participan de picadas, efectúan maniobras peligrosas, alteran la tranquilidad con molestos ruidos y ponen en peligro sus vidas y la de terceros.
Pérdidas de vidas
Esta conducta que lleva no menos de dos décadas, pero cada vez se agrava más tiene un lamentable saldo: la pérdida de vidas. En su mayoría de jóvenes.
En el caso específico de las ilegales picadas, en los últimos tiempos murieron tres motociclistas: uno en la circunvalación de Quequén y dos jóvenes en la avenida Jesuita Cardiel, en otra de estas carreras no permitidas. Por su parte, otro conductor murió al caerse de su moto cuando hacia maniobras arriesgadas en la avenida 75. El hecho de que las víctimas tenían entre 19 y 23 años, es decir en plena juventud, tiñe aún de mayor dramatismo a estas muertes
Claro está que no solo se pierden vidas en las picadas. En Necochea, durante el año 2024 se registraron al menos seis muertes de motociclistas en accidentes de tránsito. Muchos de ellos no llevaban puesto el casco.
A su vez, un informe de 2020 indicó que el 60% de las víctimas de accidentes en Necochea y Quequén eran motociclistas, resaltando así la vulnerabilidad de quienes se transportan en los vehículos de dos ruedas.

Impunidad y burlas
Envalentonados ante la falta de freno desde el Estado, tanto el municipal como la fuerza policial, en este último caso participando en operativos de control tan necesarios como escasos hoy en día en Necochea, los motociclistas aparecen en escena a cualquier hora, aunque los fines de semana se potencia la ofensiva.
Los domingos es común verlos invadir las avenidas 2 y 10 y el contorno del complejo casino en grupos de docenas de motos, algunas de gran cilindrada, sin sus cascos, ejecutando ensordecedores ruidos con sus “cortes” y efectuando peligrosas piruetas, por caso circulando con sus motos levantadas sobre la rueda trasera.
Si bien se observan algunos móviles de Tránsito o Control Urbano, muchas veces ni siquiera intervienen, lo que da mayor impunidad a estos “bravíos” motociclistas.
Claro que el “goce” de alterar la paz ajena no termina en estas maniobras. Se replica en las redes sociales, donde los protagonistas suben videos de sus “hazañas” y se burlan de los inspectores municipales, desafiándolos. Hasta programan dónde serán las próximas picadas o se dan aviso de los lugares en los que hay operativos, para eludirlos.
Es tanta la impunidad de estos jóvenes, en su mayoría, que no solo huyen en los operativos hasta circulando por las veredas o en contramano, sino que hasta encaran de frente a los inspectores. De hecho, hace poco tiempo un motociclista, que viajaba con una acompañante, embistió de frente a una agente de Tránsito que en su moto intentó detenerlo. Tras el impacto, el trabajador municipal terminó internado por los golpes sufridos en la colisión.
Hace pocos días, en esas mismas redes sociales se difundió un video de esta verdadera “horda” de motoqueros conduciendo a alta velocidad y haciendo pasadas peligrosas, que sorprendieron y alteraron a varias familias que disfrutaban de una tarde pacífica en la playa de estacionamiento del casino. Ante la falta de inspectores de Tránsito, algunos padres de niños que jugaban en el lugar salieron al cruce de los transgresores y se estuvo muy cerca de un accidente o batalla campal de incalculables consecuencias.
Hoy reina la intranquilidad en la ciudad. La misma que proponen los inadaptados que deciden apoderarse en sus motos de las calles ante una pasmosa pasividad y falta de controles por parte del Estado.
Resulta prudente que los agentes de tránsito no persigan a los infractores que buscan eludirlos, de manera de evitar accidentes que sumen pérdidas de más vidas. Pero también es hora de que alguien decida qué hacer para morigerar o dar fin a este verdadero caos.
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