Mujeres trans en el municipio
Guillermina Cañete, de 29 años, y Cintya Muñoz, de 49, a partir del lunes comenzarán a trabajar en la Municipalidad. Alegría, miedos y un desafío por delante
Dos mujeres trans de nuestra ciudad, Guillermina Cañete, de 29 años, y Cintya Muñoz, de 49, comenzarán a trabajar en la Municipalidad de Necochea a partir del próximo lunes. En el caso de Guillermina se desempeñará en el área de Derechos Humanos, mientras que Cintya lo hará en la Secretaría de Desarrollo Humano y Políticas Sociales, en mesa de entrada.
De esta manera, Necochea será el primer municipio en empezar a cumplir la ley de cupo laboral laboral trans, que establece que en el sector público bonaerense al menos el 1% de los empleados deben ser personas travestis, transexuales o transgénero.
“Es la primera vez que nos dan una oportunidad”, repitieron una y otra vez al enterarse de la incorporación en la comuna, entendiendo que es una posibilidad para cambiar el rumbo de sus vidas.
Cintya Muñoz abrió las puertas de su casa a Ecos Diarios y junto con Guillermina Cañete, contó sus sensaciones, sus expectativas y las ganas de marcar un antes y un después no sólo para ellas sino para toda la comunidad trans de Necochea que también espera una oportunidad.
Además se refirieron a la discriminación que han sufrido y siguen sufriendo, aunque en menor medida, y los momentos difíciles que han tenido que atravesar a lo largo de su vida.
“Una etapa nueva”
“Estamos llenas de felicidad, nos abrazamos, lloramos porque nosotras hemos tenido una vida muy difícil”, dijo Cintya Muñoz, y agregó que “para mí comienza una etapa nueva, de progreso”. Y a sus 49 años, asegura que es la primera vez que le dan una oportunidad.
“La sociedad te aísla y le parece que no podés trabajar en otra cosa que no sea la prostitución”, señaló, dando cuenta de la discriminación que han sufrido durante toda su vida.
Nunca tuvo un trabajo “en blanco”, aunque en algún momento se desempeñó en una inmobiliaria, vendiendo terrenos y ha trabajado de recepcionista.
Ella es chilena y se vino a vivir a la Argentina hace 30 años cuando tenía apenas 20, buscando una vida mejor. “En aquel momento, era terrible la discriminación y me fui para cuidar a mi familia, que amo y me aman, no quería generarles un descontento”, recordó. Primero vivió en Buenos Aires y luego, acorralada por la inseguridad, llegó a Necochea y se instaló en Quequén donde vive actualmente.
Para Guillermina Cañete también es la primera vez que va a tener un trabajo “en blanco”. Admite que todavía no puede creer lo que le está pasando, por la posibilidad que tendrá de volver a empezar.
“Los últimos años de mi vida me he tenido que prostituir para sobrevivir”, admitió, aunque también tuvo local comercial. “Vengo de una familia admirable que me aceptó desde el principio, pero no puedo depender de ellos siempre”, explicó.
No es común que las mujeres trans tengan el acompañamiento de sus familias, es más, en general, son pocas las que lo tienen. La gran mayoría quedan solas con todo lo que les pasa, sin saber qué hacer y a quién recurrir.
“Si uno no tiene la contención de la familia podés disparar para cualquier lado”, expresó Cintya. En este sentido, Guillermina contó que las chicas trans tienen un promedio de vida de 35 años debido a la prostitución, la adicción a las drogas y las enfermedades de transmisión sexual. “Lamentablemente una cosa, te lleva a la otra”, detalló, dando cuenta de lo que es el mundo trans., debido a la discriminación, la falta de acompañamiento y de oportunidades y el sentir continuamente el rechazo por parte de la sociedad y a veces también de los seres más queridos.
Discriminación
La mayoría de las personas trasn no finalizó el secundario porque en determinado momento han sufrido tanto la discriminación que no les queda otra opción que abandonarlo.
“Yo sentí discriminación siempre; en la primaria, los chicos me pegaban patadas, me clavaban las lapiceras, me gritaban cosas terribles que no se pueden soportar a esa edad”, recordó Guillermina Cañete, quien decidió dejar el secundario en primer año y a los 15, se hizo trans.
Cintya también ha sentido la discriminación, pero cree que hoy la sociedad ha cambiado bastante y hay más tolerancia. “Antes se sentían las risas, las burlas, las miradas y ahora no sucede tanto”, contó, incluso mencionó que en el Hospital ahora se las atiende bien “como a cualquier persona”, y antes no siempre sucedía.
Para ella, el rechazo o la aceptación tiene que ver con la educación que han recibido las personas, su cultura y la forma en que han sido criadas. Saben que hay gente que está “feliz” por esta posibilidad que se les está dando, pero también son concientes de que hay muchos a los que no les parece acertada esta medida.
De todas maneras, consideran que “las cosas de a poco van cambiando”. Por ejemplo, Guillermina, si bien tuvo que dejar el secundario en su momento, ahora con 29 años lo retomó y piensa terminarlo en un año. Además en 2015 pudo hacerse el DNI, gracias a ley de identidad de género, quizás uno de los momentos más felices que recuerda.
Ellas son parte de un grupo de siete u ocho mujeres trans de nuestra ciudad, que están movilizándose para reclamar por sus derechos: para que todas puedan tener un trabajo, mejor acceso a la salud y no sean discriminadas por su condición sexual.
Cupo laboral
El cupo laboral trans debe llegar al 1%, lo que significa que podría haber lugar para entre 15 y 18 personas en el municipio. Sin embrago, por ahora, ingresarán sólo dos.
Guillermina y Cintya se mostraron sumamente agradecidas con la gestión municipal del intendente Facundo López, con quien estuvieron reunidas ayer a la tarde, y con el área de Derechos Humanos a cargo de Sebastián Ebi. También agradecieron a Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) por el apoyo recibido.
Ellas están convencidas de que el ingreso a la comuna no sólo será positivo para sus vidas personales sino también para todo el grupo de chicas trans que quieren una oportunidad y que ahora tienen la esperanza de lograrlo.
Si bien están sumamente contentas, también tienen miedo de la mirada del otro, pero eso es justamente –como dicen ellas- lo que van a combatir.
“Queremos que nos vean en otro lugar, que se den cuenta que somos capaces y que podemos trabajar como cualquier persona”, expresaron.