No los vemos, pero los robots ya están entre nosotros
La inteligencia artificial se encuentra presente detrás de cada búsqueda que realizamos en Internet y en las redes sociales que usamos
Por Pablo Hamada
Colaboración
El cine de ficción creó un futuro de robots asistentes. Eran máquinas, algunas con anatomías muy parecidas a las nuestras que acompañaban a los humanos en tareas operativas.
Vimos robots de los buenos y de los malos, de aquellos que ayudaban a los héroes a salvar el planeta y otros que querían conquistarlo luego de haber adquirido autonomía. Sin embargo, el futuro llegó y hoy los robots son más invisibles que nunca. No están en naves espaciales, algunos de ellos están en nuestros celulares, y tampoco están conquistando el planeta, aunque algunos sí están ayudando a salvarlo.
La denominada Inteligencia Artificial (IA) convive con nosotros hace tiempo y nos asiste en tareas tan naturalizadas como buscar en Google.
La herramienta reconoce patrones específicos de cada usuario basados en su localización, su dispositivo y principalmente en sus búsquedas anteriores que configuran un perfil casi tan irrepetible como nuestro ADN.
Facebook, Instagram, Spotify, Youtube, Siri, detrás de todos ellos hay robots que no son tangibles, pero que sí determinan desde la manera en la que nos informamos hasta cómo nos conectamos con nuestras emociones.
Pero esta tecnología también se está expandiendo a otros ámbitos determinantes como la salud y antes que la pandemia invadiera nuestro tiempo, el propio gobierno argentino elaboró un documento en el que detalló cómo estaba avanzando este encuentro entre bits y células.
En el informe “Tendencias en Ciencia y Tecnología – Tecnologías de Inteligencia Artificial en Salud” (2019), el equipo técnico del Programa Nacional de Vigilancia Tecnológica e Inteligencia Competitiva recolectó datos sobre cómo se están produciendo avances en el estudio de enfermedades neurológicas, radiología, diagnóstico de imágenes, genética, entre otros ámbitos, con técnicas de IA como el machine learning y aprendizaje profundo. El reporte determinó que la evolución de las investigaciones en el tema presenta una tendencia en crecimiento en los últimos años y los países líderes, con mayor número de publicaciones al respecto, son Estados Unidos, China, Reino Unido, India y Alemania. En dicho ranking, Argentina aparece en la posición 44, con el principal aporte del Conicet, la Universidad de Buenos Aires, la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, el Instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires y la Comisión de Investigaciones Científicas de La Plata.
Los avances son diversos, pero la mayoría de las patentes registradas en este análisis están relacionadas con métodos digitales para el procesamiento de datos adaptados principalmente para la detección, medición o registro con fines diagnósticos de radiación, procesamiento o generación de datos de imagen en general y métodos o disposiciones para leer o reconocer caracteres impresos. Es decir, estas técnicas están enfocadas en ayudar a los humanos a recolectar y procesar grandes volúmenes de datos biológicos. Por ejemplo, sistemas para mejorar la identificación de mosquitos para optimizar el control de enfermedades, herramientas para el diagnóstico temprano del cáncer de pulmón, algoritmos para detectar accidentes cerebrovasculares perinatales, entre otros avances.
Ya en tiempos de Covid-19, este panorama tecnológico encontró el desafío de acelerar las aplicaciones y de conectar los datos a escala global ante la pandemia. Según la publicación “Inteligencia artificial y Big Data como soluciones frente a la Covid-19”, de Jairo Marquez Díaz, el coronavirus impulsó la búsqueda de soluciones prontas para el monitoreo, detección y diagnóstico de las enfermedades generadas por su causa y en este sentido, la IA plantea diversas opciones de hardware y software encaminadas para tal fin. Según describe el informe, hubo avances para construir sistemas para el reconocimiento rápido de anomalías en placas de tórax, algoritmos para identificar compuestos médicos que ayudaran a combatir el virus o diagnósticos automáticos para identificar a la población con mayor riesgo de contagio. Para este último caso, se utilizan datos basados en la persona, tales como edad, ubicación geográfica, nivel socioeconómico, hábitos sociales y de higiene, condiciones preexistentes e interacción humana, entre otros.
Tangibles o intangibles, estas nuevas inteligencias están aprendiendo mucho más sobre nosotros. Lejos de la fantasía en la que las máquinas se rebelan y toman el control del planeta, los avances en IA vuelven a arrojar el dilema de la privacidad de los datos. En el mismo texto, Marquez Díaz plantea la cuestión ética del aporte de la IA para el sector sanitario, ya que se manipulan datos de pacientes y víctimas del Covid-19 de forma masiva, con información proveniente de bases públicas o privadas. Además, el autor cita trabajos en los que se advierte que al asignar a una persona o grupo características particulares, “un individuo se convierte en un componente de un colectivo que genera preocupaciones sobre la discriminación consciente e inconsciente como resultado del uso de grandes datos en la toma de decisiones”.
Sin poder responder aún si la IA podrá o no salvarnos de la pandemia, podemos comenzar a pensar en dos debates que sin duda ya nos interpelan. Primero, cómo el sistema científico argentino puede avanzar sobre estas técnicas para no quedar rezagados ante las grandes potencias; y segundo, cuál será la legislación más apropiada para empoderar a la ciencia sin violar los derechos de los ciudadanos. Para resolverlos, todavía queda tiempo, pero depende de la inteligencia humana y no artificial, aprovechar estas desafiantes oportunidades.///
(*) Periodista