Recorro los pasillos del Hospital. Es de noche y el silencio es casi total...cortado por los gritos de algún paciente que aún delira, esperando el efecto de los fármacos.
Recuerdo cuando hice ese recorrido la primera vez, en mi primera guardia nocturna. Como residente de Psiquiatría, estaba decidida a efectuar un cambio positivo en la vida del Nosocomio.
Allí estabas, Juan, con tus ojos de cielo; perdido en nebulosas de colores entre las paredes que te aprisionaban el alma. Con vos, comencé mi experiencia y pude ver los avances pequeños, pero firmes.
Ahí estabas, también, Dulce; con tus momentos de cordura, tierna y conversadora, y los de ogro, con tus ojos saltones y una agresividad descontrolada que asustaba
Cómo no recordar sus rostros de miradas opacas, que fueron abriendo su corazón en mi consulta.
Pienso en ustedes habitualmente; pero también en los otros internados, en los residentes y en los médicos de carrera a quienes no les gustaban mis métodos , porque utilizaba menos medicación y más psicoterapia.
Fue una de esas noches de ronda que noté la ausencia de Luis; y fuiste vos, Dulce, la que me dijo que – a veces- desaparecían compañeros de estadía. No te creí. Mis prejuicios aún podían más que mi fe en tus palabras. No te creí.
Sólo supuse que le habían dado el alta, pues no era mi paciente. Cuánto me arrepiento hoy...
Unos meses más tarde fue María y luego Lucas. Y empecé a hacer preguntas que los directivos contestaron con evasivas...
La puntada de la sospecha había anidado en mi corazón y se agigantaba con cada actitud inexplicable, con cada mirada furtiva.
Entre tanto, muchos notaron sus progresos amigos-pacientes. Cada día eran menos tus momentos de ira Dulce y más los que vos, Juan, conectabas con la realidad y el deseo de libertad consciente. En cada sesión, me mostraban que podía disminuir su medicación , como también que podía confiar en sus palabras y pensamientos.
Y así, mi Dulce iracunda, comenzaste a contarme situaciones extrañas en el Hospital, ruidos y traslados a horas inoportunas; de noche y siempre en presencia del guardia-interno Nicolás.
Hoy vuelvo a su rostro de ojos esquivos, enigmáticos y fríos. Vuelvo al día en que le hice una pregunta inadecuada y desaté una catarata de insultos sobre mi persona y mis métodos.
Todo indicaba que algo no andaba bien; pero ¿Qué decir y en quién confiar sin pruebas? Supuse que tendría que hacer mis propias averiguaciones y conseguir pistas concretas que me llevaran a la verdad.
Una noche seguí – sin que me vieran- a Nicolás llevando a un paciente dormido en camilla hasta una ambulancia que esperaba fuera del Nosocomio. Nadie había declarado que su estado físico necesitara otro tipo de internación y esta vez evité preguntar...
Otro día, descubrí extraños y suculentos aportes al Hospital que luego iban a manos de algunos médicos. .
Mi corazón se aceleraba; me daba cuenta que los pacientes desaparecidos no tenían familia y no sabía a dónde iban...Revolví otros expedientes, pero la entrada de una secretaria me obligó a inventar una excusa y salir de la Administración.
Recuerdo los días siguientes. Detrás de mí ;murmuraban médicos y enfermeras. Hablaban de manía de persecución, que la interacción con mis pacientes me estaba alterando y sacándome de mi eje racional.
Recuerdo esa taza de té que me ofreciste, Juan, en una de mis visitas a tu cuarto. Recuerdo el sueño insoportable, la pesadez de mis ojos y mi visión borrosa. Aún veo a Nicolás llevándome en camilla hasta la ambulancia que esperaba a la salida del Hospital.
Pienso minuciosamente en el suero, el quirófano y el olvido de la realidad circundante...Ya no era yo.
Y era: mi corazón latía con fuerza pero fuera de mí; mi imagen se desdibuja... Otro cuerpo, otros ojos, otra voluntad y la misma profesión.
Hoy recorro los pasillos del Hospital. Es de noche y el silencio es casi total...cortado por los gritos de algún paciente que aún delira , esperando el efecto de los fármacos; como vos, Dulce , que no me reconocés.
O como Juan y Nicolás que; aunque mi aspecto es diferente, sospechan de mí y me atemorizan...Veo sus ojos seguirme entre las sombras, amenazantes...
----------------------
Sobre la autora:
Any Ruiz (Ana Beatriz Ruiz):
Cursé mis estudios primarios en la escuela N°4; los secundarios en el colegio Nacional José Manuel Estrada y los terciarios en el I.S.F.D de nuestra ciudad.
En La Plata; trabaje en el colegio Santa Ana, mientras cursaba el profesorado de Geografía ( que abandoné por motivos de horario-trabajo).
Volví a mi ciudad en 1985; trabajando desde ese momento hasta mi jubilación en el colegio Danés "Alta Mira" como docente de primaria y luego de una serie de capacitaciones como profesora de primer año a cargo de Prácticas del Lenguaje; Cs Sociales y Construcción de la Ciudadanía. También trabaje un tiempo en Capuchinos y en FINES.
Siempre amantes de la lectura; me deslumbra la sorpresa de los cuentos que te dejan pensando y las novelas históricas; pero -en general- todo texto deja en mi sensaciones nuevas y despierta ideas.
Me case en 1986 y soy madre de 3 hijos a quienes traté de inculcar el hábito de la lectura.
Hoy vivo en Necochea con mi marido (2 hijos en Tandil; 1 en España) de manera activa tratando de cultivar mente y cuerpo.
Escribir siempre fue una materia pendiente ( mi esposo me estimulaba para desarrollar ese aspecto) que pude dejar aflorar a través del taller con Daniel Mariscal a quien agradezco la oportunidad.
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión