La humanidad no es consciente de que todo el tiempo ha vivido en un engaño. Así es. Un engaño bastante curioso y, en el mas optimista de los casos, tragicómico.
Es que, aunque les parezca mentira, Dios y el Diablo son compañeros de oficina.
Ambos tienen la tarea de mantener un cierto “equilibrio” en lo que consideramos el mundo. El resto de las galaxias y planetas tienen sus propios dioses, esperando conseguir una atmosfera o entorno para comenzar a trabajar. El Universo es una empresa relativamente nueva, y por eso todavía hay varias vacantes en otros puestos.
Vamos a centrarnos en nuestro esferoide favorito, ubicado en tercera posición desde el Sol.
Nuestros protagonistas discuten constantemente, pero saben que dependen el uno del otro; es más, envidian el rol de su antagónico: cuando Dios quiso realizar tareas del “Maligno”, ocurrieron catástrofes considerables, mientras que cuando el Diablo quiso ser “bondadoso”, se dieron los crímenes pasionales, el fanatismo exacerbado, etc.
Dejémonos de preámbulos y vayamos a investigar cómo es un día común de oficina entre estos dos personajes:
-Buenas ¿Cómo andas “Cornelio”?
-¿Qué haces “Barbeta”? ¿Cómo estuvo el finde?
-(Suspiro) Ahí vamos, tratando de reacomodar las energías. Cuesta arrancar de nuevo la semana ¿no? ¿Y vos?
-No me puedo quejar.
-Ah, ¿te fuiste de joda?
-No. LITERALMENTE, no me puedo quejar. Acordate que yo estoy a cargo del área de Siniestros.
(Cornelio lo miró de soslayo mientras ambos tecleaban con la computadora)
-Vos si que la tenes fácil Barbeta…
-¡Ja! ¿¡Fácil!?
-Y sí. No importa lo que hagas, todos ahí abajo te idolatran. Las veces que les pusiste plagas, los tipos siguieron confiando en vos. Yo trato de iniciar guerras para reducir los costos de mantenimiento del planeta, y ¡mira cómo me agradecen!
-No te creas ¿eh? Hay veces que te envidio el laburo. Yo tengo que ser el “correcto”, el que siempre tiene las respuestas a todo. Además, vos te haces el sota, pero los humanos te hacen caso más rápido a vos que a mí
-¿Cómo?
-Y pensá: vos les pones las ideas en la cabeza y enseguida están planificando como joderse entre sí. Yo les digo que tengan más respeto, armonía, buena onda y no me dan ni cinco de pelota. Que la buena vibra, que los ángeles, que la energía positiva…
-Te repito: a vos nadie te echa la culpa de los quilombos. En mi caso los quilombos son MI trabajo.
Luego de su ya clásica charla de desayuno con café y facturas, (que dicho sea de paso, a veces alguno de ellos se envalentona con un “cargado irlandés”), empiezan las tareas de mantenimiento del planeta: un conflicto por acá, una fábrica contaminante por allá, varios salvatajes y salvatajes médicos, artistas exponiendo sus trabajos y su música por doquier, niños ayudándose mutuamente, mientras que otros hacen “bullying” y se aprovechan de los débiles. Un día más de rutina.
Hasta que Cornelio detectó un hecho que le llamó poderosamente la atención.
-Che Barba, veni a ver esto: Sector nueve, Argentina, Santa Fé, Rosario.
-A ver…
Un edificio de departamentos céntrico tenía poco mantenimiento. Los habitantes de este eran, en su mayoría, estudiantes secundarios y universitarios que alquilaban por el bajo costo. Un escaso número de diez adultos convivían con los muchachos.
Un pequeño grupo de ellos bajaba por el ascensor, pero un cortocircuito destrozó el viejo cableado, y sus condiciones eran deplorables. Ninguno tenía idea de que estaban cavando inocentemente su propia tumba, mientras se sacaban “selfies” dentro del habitáculo de acero para subirlas a las redes sociales.
Barbeta las había creado para eliminar barreras comunicacionales con los países y sus habitantes, mientras que Cornelio tuvo la tarea de “zombificar” a los usuarios haciéndolos dependientes de estas, vendiendo una cara ante la sociedad muy distante de la que realmente ofrecían.
La cuerda de metal se rompió, haciendo caer a todos los muchachos del ascensor. Simultáneo a esto, el fallo eléctrico ocasionó un incendio en el recinto fatal.
-¿¡Qué hacemos ahora!?
-Ya el daño lo tuve que hacer. Podes salvar todavía a… unas diez personas.
¡Bueno correte, dejame que lo intento!
Barbeta alertó con señales a los vecinos y en poco tiempo, los bomberos acudieron al rescate. Como lo auguró su compañero, las diez personas fueron rescatadas a duras penas de la tragedia. Quienes pudieron actuar rápido para rescatarlos, eran adultos de mediana edad, y con poco conocimiento de las redes sociales.
Luego de este hecho, Barbeta y Cornelio deliberaron seriamente sobre una solución que los beneficie a futuro en el mismo sector, y surgió la siguiente: cuando el edificio se pudo refaccionar, dejaron carteles en cada piso que rezaban lo siguiente:
En caso de un incendio: por favor, deje el edificio ANTES de postearlo en las redes sociales
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Sobre el autor:

Jerónimo Franceschini. 33 años. Cronista deportivo, periodista y locutor de distintos segmentos radiales de Necochea. Desde 2017, forma parte del espacio de escritura creativa “Fabuladores”, en donde continúa elaborando anécdotas, relatos y cuentos de su autoría. Próximamente, una recopilación de los mismos formará parte de su primer libro.
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