Pensar lo nuevo es pensar de nuevo
No sabemos cuál será el destino del Gobierno, pero sí que la agenda esta en plena ejecución
La frase que titula este artículo refleja cabalmente la tarea que actualmente se nos impone a todos los que intentamos profundizar en los asuntos públicos de la Nación. Seamos específicos: el gobierno de Javier Milei puede llegar a ser el punto de partida de un orden distinto o agotarse como una peripecia extravagante dentro del proceso de la descomposición; la moneda está en el aire.
Pero de lo que podemos estar ciertos es de que, en uno u otro caso, todo un ciclo histórico-político que conocimos no recuperará vida y salud. Y esa comprensión nos exige afrontar las realidades presentes con nuevas categorías.
Quizás sea el momento de dejarnos inspirar por el concepto de “Constitución real”. La Argentina ha vivido, por más o menos ocho o nueve décadas con una misma Constitución real mientras se sucedían tres diferentes documentos constitucionales.
Desde 1930, y con más nitidez desde los ‘40, nuestro sistema puede caracterizarse como un capitalismo corporativo de baja competitividad más una presencia militar tutelar. Respecto de tal tutela, la misma Corte Suprema la registró en su célebre fallo posterior al putsch del 6 de septiembre. Desaparecida dicha presencia en los ‘80, como consecuencia de la derrota bélica, no se alteró el esquema socioeconómico centrado en el dirigismo estatal y la sustitución de importaciones sobre el que concordaban los partidos prevalentes y al que los regímenes de matriz castrense tampoco habían cuestionado coherentemente. Todo ello tenía escasa relación con el modelo implícito en la Constitución escrita, de neta raigambre alberdiana, que formalmente siguió rigiendo hasta 1949 y después de 1957.
Ahora bien: los supuestos tecnológicos y geoeconómicos en que tal esquema se fundara habían comenzado a hacer agua notoriamente desde la década del 70. El mundo que comenzó a diseñarse por entonces muy poco tenía que ver con el de la crisis del ‘30, y el mantenimiento de las pretensiones autarquizantes y del Estado Benefactor no podrían conducir más que a nuevas y recurrentes frustraciones para la mayoría de los habitantes del país, frustraciones que resultaban independientes de los avatares de la Constitución formal.
El incremento constante de la pobreza y la indigencia, la aceleración de la inflación, la degradación educativa, la desaparición de la movilidad social ascendente y la consecuente emigración de los jóvenes fueron indicadores elocuentes de la decadencia, que tenía su expresión en la hegemonía peronista y la connivencia subsidiaria de la UCR en el campo de la oferta política. Finalmente, en su fuga hacia delante buscando salvar la vieja Constitución real, el gobierno precedente terminó de destruir la moneda. Todo ello detonó el 19 de noviembre de 2023.
Uno de los elementos más significativos del nuevo estado de es la posibilidad de hablar públicamente de los problemas reales, libres de las constricciones históricas y culturales . Así, por ejemplo, cuando el Presidente inauguró el 1 de marzo el período ordinario de sesiones legislativas y se refirió a lo que denominó “paquete de leyes anticasta”, percibimos que se trataba de la Constitución real a la que, finalmente, se buscaba mutar.
Milei aludió la reforma de las estructuras directivas de los sindicatos, la promoción de los convenios colectivos por empresa, la “ficha limpia” en las elecciones nacionales, la supresión del financiamiento estatal de los partidos, la penalización de los responsables de la emisión ilegítima, etc. Se trata de privar de recursos financieros, políticos y simbólicos al complejo partidario-sindical-empresario-mediático que vampirizó durante décadas la capacidad productiva de la Nación; es decir, de desmantelar la Constitución real preexistente.
No sabemos todavía cuál será el destino de la presidencia actual. Pero si que la agenda planteada está con nosotros para quedarse. Y traerá consecuencias inexorables en la conformación futura de la oferta política.///
Por Miguel Ángel Iribarne
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