¿Por qué tenemos un gobierno con mentalidad de adolescente y aires de paternalismo?
Generación idiota es el nuevo libro de Agustín Laje donde nos propone una inmersión profunda en la desaparición de la sociedad intergeneracional y el auge de la mentalidad adolescente, que ha causado un gran daño a la política y a la sociedad. Las ideologías centradas en la adolescencia del siglo XXI están en auge. Como resultado, los adolescentes nos están gobernando. Rigen la forma de la cultura, estructuran la forma de la política, inspiran los cambios de nuestro lenguaje, imponen sus preferencias estéticas y dominan el imaginario posindustrial y el sistema de consumo. Las instituciones básicas, como la familia, también están fuera de lugar en estas generaciones adolescentes.
¿Por qué tenemos un gobierno con mentalidad de adolescente y aires de paternalismo? Un concepto de Agustín Laje aplica a la perfección. Dice el autor: “La generación idiota es una transgeneración degenerada. Si bien el modelo de esa transgeneración es la adolescencia, hoy todos podemos ser adolescentes, de la misma manera que todos podemos ser mujeres o todos podemos ser hombres, o que todos podemos ser lo que nos venga en gana sin importar nada más que nuestros deseos”. Nos hemos convertido en una sociedad gobernada por dirigentes adolescentes con cinco problemas para una solución, donde el predominio del idiota (entendido como aquel que solo se interesa en sus propios asuntos en desmedro de lo público) se destaca. Todo vale, incluso romper las instituciones para sostener el relato: el juicio político a los integrantes de la Corte, aprobado por mayoría oficialista en Diputados esta semana, es un claro ejemplo de circo populista y berreta solo destinado a buscar algo de mugre con la cual hacer un poco de alaraca.
El Estado se ha convertido en una gran niñera que intenta cubrir todas las necesidades a la vez que busca disciplinarnos de manera paternal. Se aprovecha la incapacidad, en un sector muy importante de la población, de autosatisfacer sus propias necesidades, dependiendo exclusivamente de la ayuda del Estado niñera para sobrevivir, que emerge como el Estado paternalista y protector frente a un pueblo mayoritariamente incapacitado de pensar por sí mismo. Poco a poco nos fuimos convirtiendo en un país que mutó de la cultura del trabajo a la del asistencialismo. Sucedió y no pudimos volver a las fuentes. De esta manera el ciudadano argentino se transformó, en una mayoría preocupante carente de los recursos necesarios para auto sustentarse, en un niño que debe ser cuidado, protegido y alimentado por el Estado niñera. Un Estado que a su vez se comporta como un adolescente.
Lo que nos está pasando es demasiado obvio. Estamos mal porque nos gobiernan los peores, los más idiotas, ocupados en su propia agenda. Desde CFK para abajo, han dado sobradas muestras de impericia a la hora de tomar decisiones sobre lo público, haciendo gala de la falta de criterio. Solo interesada en preservar una cuota de poder lo suficientemente sustancial para continuar su cruzada contra el Poder Judicial su principal enemigo y marcarle la cancha permanentemente al Presidente, hoy, su segundo peor enemigo. En la gran mayoría de los cargos distribuidos a lo largo y a lo ancho del Gobierno es factible corroborar la tesis de Laje, donde predominan los “idiotas” en posiciones de importancia y, por cierto, toman decisiones que nos afectan a todos por igual, como por ejemplo la compra de un millón de potes de gel lubricante íntimo por un valor de 500 millones de pesos para el programa de salud sexual “Haceme tuyo” de la provincia de Buenos Aires.
Nos hemos convertido, como proyecto de país, en uno adolescente y funcionamos como tal. Ese comportamiento púber es producto del predominio de la cultura “Nac & Pop” por la que hemos sido gobernados durante los últimos años. Esa cultura idiota, representada a la perfección por la franquicia del peronismo del Frente de Todos, atraviesa el entramado social. La cultura, la política, el lenguaje, la educación, y la forma de legislar, todo. Nos convirtieron en un país tóxico donde vivir, en el que la grieta sigue más vigente que nunca, entorpeciendo cualquier atisbo de cordura y lógica que nos saque de este pantano decadente en el que nos hundieron.
El gobierno (partido al medio por su grieta, propia de un combate desigual de la UFC entre CFK y Alberto) se comporta como un adolescente revoltoso, más ocupado en sus rencillas internas y luchas de poder, que en encaminar el rumbo de la Nación. Están tan absorbidos por su interna que se olvidan de gobernar. La cancelada reunión de gobernadores que había convocado el Presidente en Olivos antes del primer encuentro de la mesa electoral del Frente de Todos es una muestra de su propia debilidad, un mandatario que reconoce que gobierna con los que puede gobernar en un gabinete “vaciado” que hoy se parece a la Armada Brancaleone, donde sólo quedan 5 ministros de los 21 originales, tras la anunciada salida de Juan Manzur.
Por otra parte, ciertos dirigentes, como Máximo Kirchner, se manejan como si su punto de vista, desinformado, improvisado y previsible, tuviera algún valor real o peso propio, más allá del abuso de portación de apellido que ha hecho como su modo de ganarse la vida. Se sienten perfectos en la imperfección. Carente de preparación y estudios, se comporta como si fuera un erudito. El problema es que no es el único. Como él hay muchos dirigentes, demasiados, que carecen de la más mínima preparación para ocupar el cargo que ocupan en la actualidad (el presidente es el máximo exponente, al que le siguen muchos integrantes de su desvencijado gabinete).
Se manejan con opiniones que solo le vienen a la cabeza, sin investigación ni estudio previo alguno. Es la nueva clase de idiota, participan de la vida pública sin ninguna preparación, imponiendo meras opiniones en conversaciones limitadas al eterno muy reducido que nos gobierna. Los resultados están a la vista, nos gobiernan por el absurdo. Son una contradicción constante. Critican al gobierno anterior por el endeudamiento que contrajo, sin reconocer que ellos nos endeudaron aún mucho más. La anorexia del pensamiento político resulta trágica. Somos gobernados por políticos más acostumbrados a mirar su propio ombligo que las reales necesidades del ciudadano de a pie.
El gobierno hace un abuso de la multiplicación de la parodia de sí mismo, dando forma a una especie de gran hermano de la idiotez y la frivolidad. Ese idiotismo llega al extremo de desdeñar el pasado prometiendo un futuro mejor, que saben no están en condiciones de cumplir.
Enfrentamos meses muy duros, en un año electoral que va a ser realmente cruento, por eso, estimado lector, no se desabroche el cinturón de seguridad por nada del mundo y sujétese, el viaje hasta al próximo 10 de diciembre será extremadamente turbulento.