Prohibir lo prohibido
Insólitamente la senadora Agustina Propato (Frente de Todos) presentó en la Legislatura un proyecto de ley para prohibir las fiestas clandestinas en la provincia de Buenos Aires, mientras dure la pandemia de coronavirus.
Seguramente la propuesta de la legisladora, que prevé fuertes sanciones en cuanto a multas y arrestos de hasta 120 días para quienes incumplan, pero resulta una obvia superposición ya que por el solo hecho de definirse como fiestas ”clandestinas”, implícitamente transgreden la ley. Ergo, ya están prohibidas.
Lo cierto es que a la altura de los acontecimientos, al Estado le ha sido harto difícil controlar estos encuentros, generalmente nocturnos y con jóvenes protagonistas, ya sea por la multiplicidad de los mismos como por la falta de personal para desbaratar todas las fiestas que se hacen en domicilios y que son sindicadas como las propaladoras de los contagios de un virus que sigue siendo indomable.
El proyecto de la senadora sólo posibilitaría un régimen de penalizaciones que como en otros tantos casos resultan estériles. Ya sea porque los controles son laxos o inexistentes, o porque la aplicación de las sanciones ingresa en vericuetos judiciales que la llevan a su no aplicación. El mejor ejemplo son las más de 500 infracciones labradas el año pasado en Necochea por transgresiones a la cuarentena obligatoria, y que aún duermen vaya a saber en qué cajón de la Justicia Federal.
Más allá de esta inquietud, casi cómica ante el sinnúmero de urgencias que existen en la Provincia y que deberían ser prioridad para los legisladores, las fiestas ilegales han sido combatidas a lo largo de este último año. En el caso de Necochea con menos eficacia de lo que debería ser, producto en parte de la escasez de personal municipal y policial y el lógico desgaste que concierne tal control cada fin de semana.
Si bien la franja de los jóvenes es la que predomina en estas citas en la cual el riesgo de contagio es altísimo, en la fase de restricciones en la que hoy se encuentra nuestro distrito también están suspendidas las reuniones sociales en casas particulares, que atañen a los mayores y que obviamente no todos respetan.
Las reuniones clandestinas forman parte de una cultura que fomenta ese hábito, por eso es difícil que las prohibiciones funcionen. Es cierto, también, que este marco de pandemia los festejos generan una fuerte desaprobación social.
Más allá de estas fiestas, las restricciones inherentes a la fase 3 a la que Necochea retrocedió el pasado martes, y salvo alguna que otra excepción, ha sido totalmente acatada por los comerciantes, que han visto reducidos sus horarios de trabajo o aforos. Se ve claramente en las calles que quedan prácticamente desiertas luego de las 20, hora prefijada para el cierre de los negocios.
Esta actitud generalizada mucho tiene que ver con la conciencia de que todos debemos poner nuestro grano de arena, para morigerar el avance del Covid y evitar el colapso del sistema de respuesta sanitaria.
Pero más allá de esa responsabilidad, en el castigado sector productivo existe un miedo justificado de que, el Estado provincial resuelva un nuevo descenso de fase, obviamente con mayores restricciones. Y ello significaría el golpe final para muchas actividades y por ende fuentes de ingreso y laborales. De allí que una vez más todos tenemos que ser conscientes y aportar para que esta pesadilla que ya lleva más de un año desaparezca de nuestras vidas.///