Recuerdos y anécdotas de la vieja estación de tren
Relato en primera persona, de Gustavo Pardal, quien vivió en las instalaciones durante su niñez y parte de su juventud
El edificio donde funcionó años atrás la estación de tren de Necochea, en calle 62 entre 43 y 47 y donde actualmente es la sede de la Escuela municipal de Arte, es un patrimonio arquitectónico en nuestra ciudad, y sus paredes guardan muchas historias y el ingeniero Gustavo Pardal, quien vivió en las instalaciones durante su niñez y parte de su juventud, ya que su padre era jefe de la estación de ferrocarril y relató sus vivencias y anécdotas.
Pardal tiene un recuerdo muy lindo de la estación, siendo una gran aventura vivir en esa estructura que era “gigante” ante la mirada de un niño.
“Yo viví entre los 8 y los 14 años, período en el que mi papá fue jefe de la estación del ferrocarril y teníamos que ocupar la vivienda”, dijo.
Su familia ya vivía en el barrio, dado que su padre, José Pardal, siempre trabajó en el ferrocarril. “El comenzó a trabajar cuando tenía 17 años en Olavarría y después se vino a Necochea”, señaló.
En una recorrida por las instalaciones actuales, recordó que en la planta alta, donde funciona la Escuela municipal de Rock, antes era su habitación. “En aquella época cuando era chico la veía muy grande a esa habitación y las tres ventanas daban a la calle 62, en tanto, la otra habitación mi padre tenía una taller de radio, y las ventanas daban al andén”, detalló.
Si uno presta atención, todavía se puede observar una bocha de bronce maciza del Instituto Geográfico Militar, con una numeración y las iniciales IGM donde se mide el nivel sobre la altura del mar donde está ubicada la estación y se tomaba como referencia.
Pardal afirmó “estaba muy bueno vivir ahí, recuerdo que me llamaba la atención como temblaba el piso cuando estaba por llegar el tren a la estación, y la exactitud que se tenía con el horario, es decir, si decía que llegaba 11.17, era así, se respetaban mucho los horarios”.
El barrio
La época en que funcionó la estación, Pardal lo recuerda como un barrio con mucho movimiento, que era muy concurrido por la llegada de turistas. De hecho el pasaje en tren era mucho más económico que el de micro y había entre 15 y 20 taxis que esperaban a los pasajeros.
“Me acuerdo que cuando llegaba el tren, un rato antes se poblaba el andén, mucha gente venía a despedir o a recibir familiares y también estaba la gente que venía para mirar porque el ferrocarril era un atractivo, un espectáculo”, mencionó el ingeniero.
En aquella época había bancos en el sector del andén, carteles de propaganda, la imagen de la Virgen y la campana. Pardal indicó que jugaba con los chicos del barrio y con un carting cuando no había nadie en el andén.
Donde actualmente hay una fábrica de alpargatas, antes funcionaba un hotel, también había una sede gremial de los maquinistas, que se llamaba “La Fraternidad”, en calle 45 entre 62 y 64, además había un almacén donde ahora hay una panadería y un kiosco en la esquina de 45 y 6, frente al hotel.
Servicio
El tren brindaba un servicio de primera y segunda categoría, pullman y coche cama, además de coche comedor donde se servía el desayuno, almuerzo, merienda y cena.
Los últimos vagones eran de carga donde se traía mercadería y correspondencia, la cual se repartía luego con camiones por toda la ciudad.
También había un lugar específico, la farolería, donde se guardaban los faroles y combustible para cargarlos con kerosene y hacer las señales cuando llegaba el tren.
“Una vez que llegaba el tren, la locomotora se desenganchaba y se cambiaba de lugar a través de un soporte de madera giratorio, a través del cual la locomotora se ubicaba adelante para salir nuevamente de viaje rumbo a Buenos Aires”, puntualizó Pardal.
Al mirar la estación, Gustavo Pardal, no puede evitar los recuerdos que le vienen a la mente y un sentimiento con cierta nostalgia de aquella época, ya que en la década del ’70 no llegó más el ferrocarril a nuestra ciudad.///