Rumbo a los 150 años
El próximo 4 de octubre se cumplirá un siglo y medio de la habilitación de un pequeño puerto en el río Quequén. Las embarcaciones a vela que se internaban en el río hasta la altura de la actual calle 562 debían superar las dificultades del ingreso al río
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Ecos Diarios
Se cumplen por estos días 150 años de los primeros embarques de productos de la región desde un pequeño muelle en las orillas del río Quequén. Por aquellos días ranscurría la segunda de las presidencias históricas, la de Domingo Faustino Sarmiento y comenzaba a consolidarse la organización nacional. Sin embargo, el país aún se encontraba en pleno proceso fundacional.
La provincia de Buenos Aires se había constituido entidad política autónoma hacía sólo 50 años, en 1820, pero para 1854 sus límites aún eran inciertos.
Recién en abril de 1854 la constitución provincial establecía que el territorio bonaerense “se extiende Norte-Sur desde el Arroyo de El Medio hasta la entrada de la Cordillera en el mar, lindando por una línea al Oeste y Sud-Oeste con las faldas de las Cordilleras, y por el Norte y Este con los ríos Paraná y Plata y con el Atlántico”. Era un territorio enorme, más de la mitad de la actual superficie argentina.
Precisamente en 1854, uno de los principales hacendados de Lobería, el juez de paz coronel Benito Machado, gestionó ante el gobierno del entonces Estado de Buenos Aires, un petitorio sobre la necesidad de fundar el pueblo cabecera de partido en la desembocadura del Quequén Grande, basándose en que el puerto le daría vida próspera y que en el orden militar significaría el más sólido apoyo para la defensa contra la invasión de los mapuches, pueblo aborigen originario de Chile que ya había arrasado con las antiguas tribus dueñas de la tierra.
La instalación del Puerto Quequén preocupaba a las comisiones municipales de las Lobería, que en 1870 votaron la cantidad de $1.000 para que se efectuara un examen en el río.
Fue entonces, en ese mismo año que se organizó el movimiento de mercaderías en un muelle improvisado en la margen izquierda del río y comenzó un servicio regular de cabotaje menor. Arribaron de Buenos Aires los primeros pailebotes, unas embarcaciones a vela cuyo nombre derivaba de la expresión inglesa Pilot’s boat, que significa bote del piloto (o práctico), ya que por su velocidad y maniobrabilidad eran utilizadas en la época por los prácticos de los puertos ingleses.
Estas embarcaciones trajeron postes, alambres, varillas y otras mercaderías inexistentes en la zona y regresaban a Buenos Aires cargadas de lanas, cueros, plumas y otros productos de la región.
Fecha fundacional
Por la misma época el comerciante Pedro Luro instaló un embarcadero en ese mismo sector.
Fue así que el 4 de octubre de 1870 se informó ya al gobierno nacional que el puerto de Quequén estaba habilitado.
Meses más tarde, en el invierno de 1871, zarpó de Buenos Aires rumbo a Bahía Blanca el velero El Filántropo.
Cuando navegaba frente al actual distrito de Necochea, rompió el timón y naufragó frente a Médano Blanco.
El capitán José Sisto con el piloto Juan Bautista Picone salvaron la carga y a los pasajeros. Los escasos pobladores del lugar, encabezados por don Angel Murga se organizaron para dar auxilio a los náufragos.
Faltaban aún 10 años para que el presidente Nicolás Avellaneda convirtiera a Buenos Aires en sede del gobierno federal y Dardo Rocha fuera investido gobernador y comenzara a trabajar en la creación de una nueva capital bonaerense.
El rol de Rocha en la fundación de la ciudad de Necochea fue fundamental y a partir de 1881 el pequeño pueblo necochense hizo que se acrecentara la actividad del primitivo puerto quequenense.
En 1883 arribaron los pailebotes Luisito, Tritón, Argentino, Aura, Electra y otros, con un porte de entre 80 y 100 toneladas.
Entonces el río Quequén desembocaba con un codo hacia el Este que dificultaba el ingreso de las embarcaciones.
Según escribió Egisto Ratti en las páginas de Ecos Diarios con motivo del centenario del puerto, uno de los primeros muelles fue construido por José Abásolo. Se lo conocía como “el muelle de Abásolo” y en el mismo atracaron los pailebotes Teiro, Cornelia, Ibrahim, El Nuevo Teiro, Amelia Romanini, El Siempre Teiro y El Teirito.
Según Ratti, el primer práctico de nuestra estación marítima fue Francisco Porchetto.
Las primeras décadas
El 7 de octubre de 1889 se promulgó la ley 2.610, por la que se facultaba a la Sociedad Anónima Ciudad de Quequén a construir y explotar un puerto artificial en las proximidades de la desembocadura del río por el término de 80 años. Pero el proyecto fracasó.
Diez años más tarde, un fuerte temporal aumentó el caudal del río en forma considerable y el torrente de agua modificó la desembocadura del río y eliminó la brusca curva en dirección Este que existía hasta entonces. El temporal creó la actual salida al mar y favoreció la creación del puerto y su tránsito marítimo.
Fue precisamente durante el segundo gobierno del presidente Julio Argentino Roca, en 1900, que se autorizó la creación del puerto de Quequén y a la empresa Gardella y Compañía a dedicarse a la obra.
El 14 de febrero de 1903, mediante un decreto de puño y letra del ministro de Obras Públicas de la Nación, Emilio Civit, que se dio a nuestra estación marítima la denominación oficial de Puerto Quequén. Como tal comenzó a figurar en las cartas náuticas internacionales y en los derroteros de navegación.
El 4 de diciembre de 1904 se aprobaron los planos del proyecto, que incluían la rectificación de la desembocadura con bolsas de arena. Los trabajos estuvieron a cargo del ingeniero Huergo.
Pero un año más tarde se produjo otro fuerte temporal que destruyó la mayor parte de los trabajos realizados por la compañía Gardella en Puerto Quequén.
En ese año se habían realizado 150 metros de muelle, dos galpones, depósitos y otras obras con una inversión de 72.556 pesos oro.
Tras la tormenta y el desastre, la empresa abandonó la obra y el sueño del puerto quedó detenido por unos años.
Una “conspiración”
Corría el año 1906 cuando el ministro de Obras Públicas de la Nación llegó a nuestra ciudad invitado por la comisión Pro Templo Parroquial. El supuesto objetivo del encuentro eran las gestiones de la obra de construcción del templo de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, pero se invitó a la reunión al fraile Modesto Becco, quien tendría a su cargo un discurso para convencer al ministro de la necesidad de construir una estación marítima en la desembocadura del Río Quequén.
El acta Nº 8 del 28 de julio de 1906, refiere que “el señor Lincoln Howard manifiesta haber recibido una carta por la que se le comunicaba que en los primeros días del mes de agosto vendría a la localidad el ministro de Obras Públicas de la Nación y que se le pedía que la Comisión Pro Templo se encargara de organizar la recepción al distinguido huésped”.
Howard hizo referencia al asunto en una reunión en la que también los vecinos Pando, Bernard, Bilbao, Trelles y Cazenave, que integraban la citada comisión.
El grupo aprobó la iniciativa y decidió invitar a los presidentes de las sociedades vecinales a una reunión preliminar con el objeto de aunar ideas respecto “a la mejor forma de recibir al ministro”.
El acta agregaba: “Dicha reunión tendrá lugar mañana 29, a las 4 de la tarde, en casa del presidente, Héctor Bernard”.
“Al mismo tiempo se invitará para la recepción al fray Modesto Becco, que dirigirá la palabra desde el púlpito al ministro, haciéndole ver la necesidad de construir el Puerto de Necochea”, añadía la nota.
Un año atrás, una tormenta había arrasado con las obras realizadas por la empresa Gardella en la desembocadura del río y el proyecto de construir una estación marítima, aprobado en el gobierno de Roca, se había detenido y todo indicaba que podía llegar a quedar en el olvido.
Por tal motivo, la visita del ministro era de vital importancia para toda la comunidad necochense y se trató de darle la mayor trascendencia posible. A la recepción del ministro también fueron invitados el vicealmirante Enrique Howard, al comodoro Rafael Blanco, diputados nacionales Pastor Lacasa y Francisco Seguí, al doctor Rafael Calzada y a redactores de los periódicos La Prensa, La Nación y El Diario.
Otra acta, del 9 de agosto de 1906, refiere los preparativos de la comisión antes de la llegada del ministro. La nota da detalles de las gestiones realizadas por Carlos Voigt ante el ministro con motivo del viaje del funcionario a Necochea.
Escrita por Howard, el acta señala que Voigt había cumplido con todo lo encomendado por la comisión y le ordenaba que recibiera al ministro y le “hiciera presente sus fervientes votos para llevar a feliz término el proyecto de Puerto Necochea de Ultramar”.
Por otra parte, Voigt debía comunicarle al ministro que la comisión “pensaba prestar su cooperación a la obra mediante la invocación de los auxilios de la Divina Providencia a cuyos efectos realizaría en todo el presente año una peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Luján”.
El efecto Becco
No se puede precisar cuál fue el efecto del discurso de fray Becco, pero ese mismo año de 1906 el Estado tomó a su cargo las obras de Puerto Quequén encomendado a una empresa francesa los trabajos que recién finalizaron en 1921.
Para ese momento, todas las obras y tareas de desarrollo y mantenimiento del puerto eran realizadas por dependencias estatales como la Inspección General de Obras Públicas, la Dirección Nacional de Construcciones Portuaria y Vías Navegables.
La única excepción fue la prolongación de la escollera sur, que estuvo a cargo de la empresa Gruen y Bilfinger.
Las obras pasarían luego a depender de la Secretaría de Estado de Obras Públicas y Transportes.
Mientras que en 1949 el puerto fue habilitado para el comercio interior y exterior, con lo que comienzan las exportaciones.///