Salarios y productividad en baja
La aceleración del ritmo de aumento de los precios debilita el poder de compra de los trabajadores. Pobre contribución al valor agregado
En enero, volvieron a caer los salarios privados formales, al crecer 3,8% nominal frente a una inflación de 6%. En términos anuales, la caída estimada del primer trimestre de 2023 se ubica en un piso de 5% frente al ritmo de los precios al consumidor, profundizando el deterioro promedio del segundo semestre de 2022, que fue de 3,6 por ciento.
Los salarios informales -con datos hasta diciembre 2022- venían cayendo a una tasa anual del 15%, mientras que solo se observaba crecimiento en las remuneraciones promedio del sector público, a una tasa del 2,4% en el último mes del año.
En promedio, los ingresos entre los trabajadores privados caen a una tasa elevada, ya que -en ese ámbito- los que se desempeñan en la informalidad superan a los que tienen un empleo registrado. Y las perspectivas indican que los ingresos reales caerán este año, nuevamente.
La caída de los salarios reales puede sorprender a quien tiene una mirada voluntarista: en las vísperas de elecciones generales, y con un gobierno peronista a cargo, ¿no cabría esperar un fuerte impulso a los salarios reales?
Como siempre, una cosa son las expectativas y necesidades de la política y otra cosa son las posibilidades que ofrece la economía, en particular cuando se está iniciando una recesión, la productividad viene cayendo desde hace varios años y la nominalidad está volando arriba del 100% anual.
Todo ello configura un escenario “amarrete” para la evolución salarial, haciendo muy difícil mostrar un ciclo de recuperación de los ingresos reales justo antes de las elecciones. No es que no se pueda intentar, pero la recuperación seria efímera, en cualquier caso.
Faz recesiva
Tras la caída del PBI en el último trimestre de 2022, cabe esperar el impacto negativo de la evolución del agro que marcará la primera mitad del año, junto con el deterioro de las condiciones macroeconómicas, la aceleración de la inflación y las restricciones que caracterizan a la economía del cepo.
Sin alternativa para el fisco que no sea ajustar para poder llegar hasta la otra orilla -es decir para no naufragar antes de diciembre-, todo hace prever que la sequía climática contagiará al PBI que, difícilmente, caiga menos de 1% en promedio. Si bien el empleo seguirá creciendo, lo hará en forma modesta y solo veremos expandirse empleos informales, actividades por cuenta propia y empleo público.
Aumentos del empleo con caída del PBI señalan que la productividad estará cayendo en 2023. Ello no es novedad ya que, desde 2019, casi toda la creación de empleo se originó en trabajos asalariados informales (50%), trabajo independiente (poco más de 20%), empleo público (otro 20%) y, solo algo menos de 10% en empleos asalariados formales en el sector privado.
Es decir, que 90% del empleo fue esencialmente en actividades informales y empleo público, todo lo cual refleja bajo uso de capital físico por puesto de trabajo y, por lo tanto, baja productividad. Naturalmente los salarios también son menores en esos puestos, excepto en el caso de empleos públicos que tienen ingresos poco relacionados con su rendimiento en términos de valor agregado.
Lo anterior implica que, aunque el PBI se haya recuperado a los niveles pre-pandemia, el PBI por ocupado es más bajo. Y será aún más bajo durante 2023 si el PBI cae 1% y el empleo agregado crece.
Es cierto que en el corto plazo los salarios pagados pueden diferir de su productividad marginal, y pueden hacerlo durante un tiempo. Sin embargo, en el mediano y largo plazo, con productividad declinante, los ingresos medios no pueden sino caer (a menos que ocurra algún milagro que aumente sustancialmente el ingreso nacional).
Por lo tanto, si bien la conflictividad hoy se mantiene baja, no debería sorprendernos su despertar en cuanto termine el proceso electoral. Entonces se percibirá el deterioro acumulado de los ingresos justo en el momento en que la corrección de precios relativos, probablemente, genere un nuevo impulso a la inflación. Como suele ocurrir, el escenario de calma precede a las tormentas.///
Por Juan Luis Bour – Economista Jefe Fundación FIEL