Se radicó hace 22 años en Barcelona y convirtió su hobby en una profesión
Sebastián Ibarra aprendió a bailar salsa en Necochea y cuando llegó a España no tardó en convertir su pasión en una vocación
JUAN JOSE FLORES
Redacción
No hay profetas en su tierra, dice un viejo refrán que podría aplicarse a un bailarín de salsa que en la última década se ganó un lugar destacado dentro del género en España.
Sebastián Ibarra tiene 49 años y hace poco se cumplieron 22 desde que llegó a Barcelona, donde logró renombre como bailarín de salsa.
Informático de profesión, Ibarra fue uno de los tantos argentinos que en 2001 tuvo que dejar el país por la crisis económica.
En esa época tenía en la ciudad un local de informática. Desde España recordó que estudió ingeniería en sistemas en la Universidad de Buenos Aires y comenzó a trabajar en esa ciudad.
Luego, también trabajó en el rubro en Mar del Plata y finalmente abrió una pequeña empresa en nuestra ciudad.
Sin embargo, el corralito complicó su situación financiera y lo obligó a cerrar las puertas.
Fue así como partió hacia España. “Llegó el 22 de abril de 2002. Esa es una muy especial aquí porque se celebra el Día de Sant Jordi”, explicó.
Aunque comenzó a trabajar inmediatamente en informática, descubrió un mundo para desarrollar algo que lo apasionaba: la salsa.

Fiebre por la salsa
El amor por la salsa comenzó en Necochea. “Siempre fui una persona que me gustó bailar”, dijo Sebastián.
“El primer contacto con la salsa lo tuve aquí”, recordó. Fue en la disco Sabor Caribe, que se encontraba en la avenida 2 y calle 87.
Allí conoció a José, un bailarín cubano que había llegado a Necochea invitado por el propietario de Sabor Caribe para hacer animación y dar clases.
Fue con José con quien Sebastián aprendió a bailar y no tardó en sumarse al grupo de bailarines que animaba la noche en Sabor Caribe.
“Ahí me entró la fiebre con la salsa cubana y cuando llegué a Barcelona me encontré con un montón de discotecas de salsa, pero de todo tipo”, explicó.
“Empecé a ir a una discoteca que se llamaba Buena Vista, que era muy famosa en Barcelona y fue como abrir la puerta a otro mundo”, señaló.
“Ahí conocí a Emiliano Sosa, un chico argentino que lo habían traído para dar clases a esta discotecas y enseguida nos hicimos amigos y me empezó a enseñar toda la técnica que no sabía de la salsa de Nueva York y Puerto Rico”, explicó.
En los primeros años bailaba como hobbie y seguía viviendo de la informática, pero mientras hacía animaciones y se metiendo en el circuito acompañando a Emiliano y se convirtió en bailarín de su compañía.
Pero cuando Emiliano decidió desintegrar su cuerpo de baile, Sebastián se quedó sin nada.
Sin embargo, comenzó a recurrir a todos los contactos que había hecho con Emiliano y empezó a realizar animaciones en congresos y discotecas.
“A partir de 2010, 2011, empecé con mi propio proyecto y tuve la oportunidad de viajar mucho, incluso a Nueva York”, explicó.
Durante el covid, mientras muchos bailarines se quedaron fuera del mercado, Sebastián se puso a armar un espectáculo “Sonido bestial”, que se convirtió en un éxito.
“El musical tuvo entre 17 y 20 funciones en España y me permitió obtener un reconocimiento que no tenía”, explicó.
En la actualidad está realizando un nuevo espectáculo, mientras sigue trabajando, da clases y hace presentaciones con su pareja Maite Ruiz.
Además, cada día tiene mayor presencia en las redes sociales, lo que le ha permitido empezar a lograr reconocimiento fuera de España, incluso en otros países de sudamérica.
Sin embargo, aquí es prácticamente desconocido. Pese a ello, cada vez que viene a Necochea, donde tiene a gran parte de su familia, aprovecha para dar algunas clases entre personas que lo conocen.
Sebastián tiene un hijo en España, lo que hace difícil pensar en volver a vivir a la Argentina. No obstante ello, vuelve cada vez que puede, porque Necochea es una parte muy importante de su vida.
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