Sin mea culpa
Basta observar lo que se escucha y lee en las redes sociales desde que estamos inmersos y a merced de la pandemia de coronavirus, para certificar cuánta liviandad, falsedad y mala intención reina en muchos de quienes se expresan.
Escudándose en el anonimato de cuentas falsas y con total impunidad, con frecuencia se exponen audios de personas que, por supuesto no se identifican, pintado una inquietante escenario sanitario en el distrito de Necochea, acusando, sin pruebas, el ocultamiento de datos y señalando gruesos errores a quienes les toca conducir la atención de la pandemia. Disparates que la realidad termina desmintiendo. Una realidad en la que ha sido vital el compromiso y esfuerzo de médicos y enfermeras.
Chismes de poca monta, falaces comentarios que pululan en un “teléfono descompuesto” en continuado, confunden y enturbian aún más una actualidad en la que muchos miembros de nuestra comunidad están sufriendo, y no necesariamente solo por haber contraído el virus.
También están los que irresponsablemente se relajan en los cuidados básicos que deberían mantener para evitar contagiarse o contagiar a terceros. Eso sí, varios de ellos tienen la caradurez e hipocresía de levantar con frecuencia el dedo acusador cuando el otro es el que comete un yerro o tiene una indebida actitud en cuanto a la prevención.
La mayoría coincide en que el Estado, y esto también incluye a la oposición que poco se le ha escuchado reclamar, no han hecho los esfuerzos necesarios para idear mecanismos que permitieran el dictado de clases en las escuelas, sobre todo cuando la curva de casos de coronavirus empezó a descender.
En el camino abrieron diversas actividades. De hecho en breve estarán habilitados casinos, bingos y boliches, lo que desnuda aún más la condena de no haber querido crear mecanismos para dictar clases en el aula. Sin embargo, los que entienden que el error ha sido enorme y las consecuencias en la formación de los niños y jóvenes también lo serán, no se han expresado con la contundencia que merece la cuestión. Como excepción aparecen los ciudadanos que, en buen número, han salido a la calle en las fechas patrias para hacerse saber al Gobierno que ha hecho las cosas muy mal y el Covid ha ganado la batalla.
Perplejos hemos observado que los mismos gobernantes que nos han encerrado en los últimos ocho meses bajo la excusa de cuidarnos y cuidar al prójimo, abrieron las puertas de la propia sede del poder, -la Casa Rosada-, para que una multitud, debidamente condimentada por los violentos de siempre, dejara de lado el distanciamiento social para ir a despedir a Diego Maradona. Las consecuencias en materia de contagios pueden ser explosivas en un futuro inmediato.
Cómo se explica que numerosas oficinas del Estado, entre ellas ARBA, sigan cerradas, o que muchos empleados de diversas reparticiones no vayan a trabajar por ser consideradas personas de riesgo ante el Covid. Claro que esta medida no les impide desplazarse con libertad y hasta disfrutar de una especie de largas vacaciones pagas.
De lo apuntado en los párrafos anteriores surge que el mea culpa sigue teniendo poco éxito en nuestro país. La pandemia y al son de la misma una interminable cuarentena decretada por el Gobierno, no solo hicieron trizas la economía, sino que también potenciaron las mezquindades y falta de empatía de muchos. Un triste corolario. Algo que crea alarma para el futuro de quienes habitamos este país.///