Tiempos dorados y ocaso de la pesca comercial en Necochea
Treinta lanchas salían cada día a la mar y regresaban cargadas de peces, proveyendo a 20 empresas que daban trabajo a 3.500 personas
RAÚL JÁUREGUI
Redacción
La habitual columna radial en Ecos Radio que se basa en archivo de Ecos Diarios esta vez hizo referencia a los años dorados de la pesca comercial en Necochea y las causas que derivaron en su desaparición y nostalgias por aquellos tiempos.
En el programa “Desde Temprano” en principio se dio cuenta que la inmigración italiana mucho tuvo que ver con los inicios de la pesca en este puerto cerealero por excelencia.
En las primeras décadas del siglo pasado numerosos italianos se radicaron en Necochea, entre ellos las familias Bruno y Cannattá, que empezaron elaborando los trasmallos, es decir redes de pesca de tiburón y anchoa.
Entre las décadas del 30 al 50 se afianzó la construcción de las primeras lanchas de madera pintadas con color amarillo, con algunas particularidades: no tenían cabina, el motor era a nafta y no poseían medidas de seguridad, balsas ni elementos que les previeran qué sucedería con el tiempo. Así salir a la mar resultaba peligroso, pues muchas veces eran sorprendidos por temporales que ponían en riesgo la vida de los pescadores, registrándose en ese sentido varios trágicos hundimientos.
Pese a que el mar cercano a Necochea estaba plagado de peces, por esos años el consumo de pescado era escaso, por lo cual los precios eran bajos y la mayoría de la mercadería, entre ella salmones y corvinas era destinada a hacer harina de pescado, que se utiliza en el alimento balanceado.

Años de esplendor
Luego se apuntó que los tiempos de esplendor fueron en los 70, multiplicándose las plantas procesadoras, que llegaron a sumar una veintena, generando no menos de 3.000 a 3.500 puestos de trabajo.
Entre las empresas de esos tiempos estaba Mar Claro, luego llamada Bajamar, con su planta ubicada en la manzana de avenida 59 entre 18 y 20, hoy un terreno vacío donde vienen circos en los veranos.
La misma llegó a contar con 450 empleados y allí se fileteaba merluza que traían barcos de mayor porte que las lanchas amarillas, para luego exportar. Otras procesadoras de las épocas brillantes fueron la de la familia Grilli, en el puerto necochense, que se dedicaba al mejillón; Industrial Pesquera sobre la avenida 10 (en años posteriores cooperativa La recuperada) y una pequeña industria de la familia Bruno, en calle 18 entre 57 y 59, entre ellas.
En Quequén a finales de los 70 y parte de los 80 fue el momento de Huemul, perteneciente al grupo Sasetru, con su planta en la avenida Juncal (hoy 536) entre 507 y 509 de Quequén, que llegó a emplear a 750 trabajadores y contaba con barcos propios. La misma fue una de las más modernas del mundo por su tecnología.
En la misma localidad, sobre Juncal estuvo Roda Pesquera y el complejo de la Sociedad Italo Argentino de Pesca (Sitarp), en cercanías del hospital Irurzun; sobresaliendo tres procesadoras de anchoas: La Marplatense, en Almirante Brown; Papá Falcone, en la ribera del río, y Engraulis en 517 Nº 2015, que hoy continúa a través de la cooperativa de trabajadores Engraucoop. Allí se envasaba la anchoa en latas o frascos, con notable producción.
En general la actividad local siempre fue dependiente de Mar del Plata, ya que hacia esa ciudad se llevaba la mayor parte de la pesca de las lanchas amarillas, para luego enviar la producción al exterior.
Complementando los buenos tiempos, construyendo y reparando lanchas, llegó a haber tres astilleros en Necochea: el “legendario” Vanoli, que hoy sigue con el nombre de Aloncar; “El vasquito”, de Ismael Larraburu en Quequén y astillero y taller naval “El atlántico”.

Las grandes fiestas
Desde los 50, la colonia pesquera celebraba en febrero de cada año la Fiesta de los Pescadores en la banquina y sus marisquerías ubicadas sobre el río, en 59 entre 10 y 14, que fueran demolidas en los 80.
A las mismas concurrían multitudes y la fiesta duraba varios días, con paseos en lanchas, competencias del palo enjabonado en las embarcaciones ganando el que lograba mantenerse llegando a la punta sin caer al agua; elección de la reina; peregrinación de lanchas con la imagen de la virgen Stella Maris y arrojo a las aguas de ofrendas florales para recordar a los pescadores fallecidos en hundimientos.
A su vez había shows artísticos de enorme convocatoria: por caso en los 90 se presentaron artistas populares como Valeria Lynch, Los auténticos decadentes, Ricky Maravilla y Pimpinela.
Los festejos eran organizados por los propietarios de lanchas y comerciantes del sector, con la colaboración de la Municipalidad.
Al demolerse las cantinas de la banquina, hubo alguna edición en 59 y 22; luego en la 10 entre 59 y 63, organizada por La Recuperad; y en mayo pasado se la reflotó en Puerto Gardella, con la idea de retornarla al verano en próximas ediciones
Con el producido económico de esas fiestas se ayudó en su momento a la construcción de la sala de primeros auxilios en 57 y 18; techado del templo de la parroquia de la Medalla Milagrosa en 22 y 63 y se colaboró para montar el jardín municipal Acuario, en 18 y 63.

El final
Varios fueron los detonantes para el fin de la época de oro de la pesca, entre el ocaso de la década del 80 y primera mitad de los 90: principalmente la depredación de especies en el mar, tras una pesca sin límites y el avance de embarcaciones extranjeras.
A ello se sumó el cierre de las procesadoras, muchas de ellas emigrando hacia el sur, principalmente Puerto Madryn y Rawson, favorecidas por el pago de menos impuestos y la gran pesca del langostino.
Otras sucumbieron por los desfasajes económicos típicos de nuestro país, entre ellas Bajamar, cuya planta se remató en 1999.
Ya en el ocaso de la industria pesquera, el último emprendimiento fue la planta de frío de la empresa española Vieira, inaugurada en 1996 en avenida 59 entre 20 y 22, que acopiaba pescado congelado y luego los enviaba a España. La misma también se trasladaría al sur del país.
En otro aspecto, la demolición de las viejas cantinas del muelle y la caída del puente Ezcurra, en los 80, fue una pintura del adiós a los grandes tiempos.
Lejos han quedado los años en los que llegó a haber unas 30 lanchas amarillas que salían a la mar cada día, ofreciendo en su llegada, con no menos de 200 cajones de 40 kilos de pescado por embarcación, un pintoresco espectáculo en la banquina necochense, que en verano se colmaba de turistas, para ver a los hombres de mar, comprarles mercadería y saborear comidas típicas en las cantinas del muelle.
Hoy solo hay una lancha amarilla: la “Viento norte” de la familia Miño, que vende en Mar del Plata su pesca.
La columna completa está disponible en el Spotify de Ecos Radio.
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