“Tuve pensamientos suicidas y compré dos pastillas”, confesó Luciano De Cecco
El armador de la Selección argentina de vóleibol, ganador de la medalla de bronce en Tokio 2020, pasó por un terrible momento personal. “Las tengo en un cajón”, reconoció.
El voleibolista Luciano De Cecco tiene 36 años, una medalla olímpica de bronce y una historia personal que elige contar para concientizar. Porque tras su gran momento con la Selección argentina de en Tokio 2020, el armador fue diagnosticado con depresión y llegó a replantearse si quería seguir viviendo.
De Cecco reveló un detalle escalofriante: llegó a comprar dos pastillas para terminar con su vida.
Pastillas que, según aseguró, todavía conserva. “Están en el cajón de mi casa todavía”.
“Compré las pastillas de inconsciente, porque el inconsciente agarra un poco más de la realidad”, comenzó, en una nota el programa Clank.
Ante la pregunta del periodista sobre si se trataba de cianuro, dijo: “No, es una mezcla, no me acuerdo de qué. Están en el cajón de mi casa todavía. Las dos pastillas”.

Impactado y conmovido por semejante declaración, Juan Pablo Varsky le consultó por qué aún no había tirado las pastillas.
“Están ahí y nunca las voy a tocar. Ahora me mudé y las puse en una caja. Me las llevo a Módena (donde juega). Me hacen dar cuenta de cuán valiosa es la vida. Me hace dar cuenta de que no quiero volver a donde estuve. Pero las voy a tirar. Eran solamente una excusa en su momento para autoconvencerme de que tenía que seguir trabajando en mí mismo para no volver a estar como antes. Estoy seguro de que no me va a volver a pasar”, aclaró De Cecco.
Por último, el ganador de la medalla de bronce con la Selección argentina de vóley detalló cómo fue comunicarle todo eso a sus seres queridos.
“(Mi mamá) lo supo cuando vino a Italia porque se lo tuve que contar. No fui lo extremadamente minucioso a la hora de decirle lo que había tenido. Yo no podía llamarla estando a 15 mil kilómetros de distancia y decirle ‘estoy con pensamientos suicidas, vení’. Creo que se infartaba antes de subir al avión. Tuve un sentido de responsabilidad hacia mis viejos de no decirles para no hacerles vivir un infierno tan o más grande que el mío”, cerró.
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