Un alemán atraído por Borges y el tango
Fedor Pelllmann ejerció la docencia en Villa Ballester y San Isidro. Hoy reside en Munich junto a su esposa argentina. Y escribe en castellano
Fedor Pellmann es alemán y escribe versos en castellano. A través de ellos describe tanto lugares y personajes de Buenos Aires, como paisajes del resto de la Argentina, diferenciando la idiosincrasia de los porteños de la que tienen habitantes de los más diferentes lugares del interior del país.
Refleja, de esa manera, vivencias de los ocho años en que ejerció la docencia en la Argentina, durante los cuales recorrió casi todo el país en camioneta, además de haber conocido a Karina Pesce, su esposa, junto a la cual reside hoy en Munic , luego de haberlo hecho en un pequeño pueblo a su regreso a Alemania.
Pellmann, nacido en 1967, es profesor en letras (recibido en Ausgburg) y obtuvo el doctorado en la Universidad de Heidelberg en 2021. Hoy ejerce su profesión, al tiempo que escribe versos, tanto en alemán como en español.
Y Karina, su esposa, a la que conoció siendo ambos docentes en Villa Ballester, al oeste del Gran Buenos Aires, se dedica a brindar conciertos para niños hispanoparlantes. Lo hace junto a Mónica, otra argentina, que se instaló en Alemania dos años antes que ella.
Entrevistado vía Zoom para el programa “El Ciudadano”, que puede verse en Youtube, Fedor Pellmann reveló cómo surgió su atracción por Jorge Luis Borges, primero, y por el tango, más tarde.

-A los 19 años comenzaste a estudiar español. ¿Por qué razón?
-Al cursar la carrera debía elegir un idioma optativo. Y me incliné por el castellano, ya que había estudiado latín e inglés. Cuando terminé la carrera, en 1999, me dieron un cargo de profesor cerca de Ulm. Ahí empecé: siempre me había gustado Borges, había sentido fascinación por lo exótica que me parecía en aquel entonces la Argentina, que es un caso particular latinoamericano.
- ¿De qué manera llegas a nuestro país?
-Había un colega que había ido a la Argentina para ser director del Instituto Holster Schule de Villa Ballester. El me propuso como docente, me postulé, pasé las pruebas y empecé a trabajar en febrero de 2003. Enseñaba alemán para extranjeros. Luego me pasaron al Colegio Goethe de San Isidro, donde enseñé historia en alemán.
-¿Cuándo surgió tu necesidad de escribir?
-Después de volver a Alemania, en un proceso de reinserción junto a mi esposa. Tenía 50 años y no había tenido tiempo de reflexionar sobre lo vivido en la Argentina. Uno estudia, cursa la carrera, forma una familia y la vida te va llevando. Me tomé un tiempo para escribir sobre el tango, ya que un amigo me había pedido que escribiera un artículo. El tango siempre me había gustado. En Buenos Aires sentí que tiene que ver con uno, que va y viene buscando su lugar. Escribí y al final aquello no fue un artículo, sino un libro. Es un estudio sobre el tango, desde la perspectiva de un extranjero, transversal a través de varias disciplinas.
Al hacer el doctorado en la Universidad de Heidelberg, lo que quería era reflexionar sobre lo que a uno le pasa en la vida. Paralelamente, empezaron a surgir versos en horas de la noche, cuando ya no tenía energías para seguir escribiendo científicamente. Apunté esos versos y surgieron libros de poesía.
Aparte de la tesis, escribí dos libros de poesía en alemán y uno en castellano. Este último se titular “En todo, tan lejos”.
-¿Cuál es el contenido de esos textos?
- Lo que quise escribir es la forma de ver la existencia que tiene el argentino, que es muy particular. Se trata un poco de querer ganarse la América y no conseguirlo, después de una gran desilusión que se refleja en Ezequiel Martínez Estrada, en Borges, en el tango y también en lo que es la idiosincrasia o el sentimiento gaucho.
-Pero se advierte que no sólo reflejas la idiosincrasia del porteño, sino también la del habitante del interior del país…
-En mis ocho años en la Argentina viajé cuanto pude por el interior. Tenía una camioneta en la que hacíamos recorridos de dos o tres semanas, en vacaciones. Fui desde Jujuy hasta la Patagonia por la Ruta 40. Recorrí varias provincias. Me faltó el Chaco.
Esa melancolía que encontrás en los pueblos me quedó también. Lugares solitarios. En un lugar sólo había un surtidor, un policía y un hotel, donde dormíamos en camas marineras. Eso me impactó.
-Seguramente sí estuviste en Misiones, ya que se puede leer un poema tuyo sobre el “Chango” Spasiuk...
-Tengo conocidos que son amigos del “Chango” Spaskiu . Lo vimos acá en Alemania. Yo hice de traductor. No lo conocía personalmente, pero siempre me ha gustado mucho su música. Me inspiró a escribir una poesía, que se llama “Chango”, de la que hice un remix en Instagram.
- Del tango, ¿qué es lo que le llama la atención a un europeo como vos?
- El tango acá en Alemania, en el Siglo XX, desde 1913 en adelante, tuvo mucho impacto. Supuestamente hasta que el emperador Guillerrmo II lo prohibió, Desde entonces y en los años 20/30, luego en un revival en los 80 y posteriormente hubo una época sin tango.
Creo que atrae su forma rítmica. Es una música muy conmovedora. Por otra parte es algo que nos resulta familiar. Tiene la armonía europea, de la canzone italiana. Es una mezcla . Es un encuentro de culturas por antonomasia. Ese empuje al mismo tiempo de la melodía que está en el tango, junto con el empuje ritmico, es como una droga, como un arranque para la vida en tiempos de crisis, que te lleva adelante cuando estás tropezando.
-¿Y de Borges qué fue lo que te atrajo?
-Cuando era estudiante no entendía a Borges. Borges está colmado descripciones que son muy porteñas. Pero en sus libros de poesías hallé lo que antes no había encontrado cuando era joven.
En poesía sus conceptos son tan elegantes y tan profundos, y a la vez muy sencillos. La prosa de Borges es un laberinto de códigos, una maraña de semántica, por lo que es mucho más difícil de comprender. Pero la poesía, a diferencia de la prosa, es una maravilla de conceptualismo
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