Un buque icónico, batallas, intrigas y desembarcos
Ayer se cumplieron 90 años del inicio de la construcción del Admiral Graf Spee, el acorazado alemán que algunas historias y leyendas han vinculado con Necochea
Ayer se cumplieron 90 años del inicio de la construcción del crucero pesado Admiral Graf Spee, un icónico buque de guerra alemán hundido al principio de la Segunda Guerra Mundial y vinculado por algunas historias a Necochea.
Al finalizar el conflicto más grande de la historia de la humanidad, uno de los tripulantes del Graf Spee se casó en nuestra ciudad. Mientras que otros de los marinos del buque quedaron vinculados a una legendaria estafa al casino de Mar del Plata en la que participaron algunos vecinos de Necochea.
Pero incluso antes del hundimiento del Graf Spee, a solo 300 kilómetros de la costa local, se produjo un incidente bélico que tuvo como protagonista al buque que aprovisionaba al crucero en altamar.
La guerra en nuestras aguas
El 1 de octubre de 1932 en los astilleros Reichsmarinewerft, en Wilhelmshaven, se comenzó a construir el Graf Spee, uno de los tres buques blindados de la clase Deutschland que tenía características que buscaban evadir las restricciones del Tratado de Versalles.
Al acorazado de bolsillo se le impuso el nombre del conde Spee, uno de los héroes alemanes de la Primera Guerra Mundial, muerto en acción.
El septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial y para la mayoría de los pobladores de Necochea se trataba de un conflicto lejano.
Por ello, la mayoría ni siquiera se enteró que aquella guerra se acercó peligrosamente a las costas del distrito meses después de iniciada la guerra.
En los primeros días de octubre el buque de pasajeros Ussukuma amarró en Ingeniero White y permaneció allí hasta el 4 de diciembre.
Al día siguiente de su partida del puerto bahiense, el Ussukuma se hundió a 50 millas de la costa de Quequén.
Según las primeras versiones, el buque de pasajeros de 8.000 toneladas y 130 metros de eslora fue perseguido por los buques británicos Cumberland y Ajax ante informes de espías de que se trataba de una nave encubierta que tenía como objetivo aprovisionar en altamar al crucero Graf Spee.
En ese momento el acorazado era un peligro para cualquier buque que operaba en las costas sudamericanas. Entre el 30 de septiembre y los primeros días de diciembre el Graf Spee había hundido ocho buques mercantes frente a las costas de Brasil y el sur de África.
Ante la posibilidad de que los ingleses pudieran capturar la nave, la propia tripulación del Ussukuma, compuesta por 82 personas, lo hundió. No obstante, todos fueron capturados y trasladados a las islas Malvinas y luego a Sudáfrica.
Desde entonces se tejieron muchas leyendas en torno al Ussukuma, como que los alemanes hundieron el buque para que los ingleses no pudieran apoderarse de la máquina Enigma que utilizaban para codificar los mensajes que recibían.
Si bien muchos creen que esa teoría es absurda porque suponen que los ingleses no sabían de su existencia, lo cierto es que la armada alemana comenzó a utilizar las Enigma en 1926. Incluso en 1936 Alemania le vendió al menos 20 al bando de Franco, en plena Guerra Civil Española. Fue precisamente en 1939 cuando los polacos capturaron la primera de estas máquinas cuando era trasladada de Berlín a Varsovia.
El águila se hunde
Unos días después del hundimiento del buque frente a Puerto Quequén, el 13 de diciembre, el mismo Ajax, que había perseguido al Ussukuma, junto al Exeter y el Achilles, avistaron al Graf Spee y comenzó una de las batallas navales más recordadas de la Segunda Guerra Mundial.
El acorazado alemán podía enfrentar fácilmente a la formación inglesa, pues sus cañones principales de 280mm tenían un alcance de 28 kilómetros, mientras que la mayor de las unidades inglesas, el Exeter, sólo alcanzaba 24 kilómetros. Por eso, la estrategia de Langsdorff sería mantener alejado al mayor de la formación con los cañones principales y martillar los otros buques con el armamento secundario.
Al día siguiente, los tres buques ingleses estaban seriamente dañados, mientras que el Graf Spee continúa intacto. El Exeter se retiró hacia las Islas Malvinas, mientras los otros dos buques siguieron combatiendo. Langsdorff debió abandonar la zona a toda máquina y aprovechar sus cañones para perderse, sin embargo no lo hizo y decidió entablar batalla nuevamente.
Fue un error, el Graf Spee fue dañado y su comandante, Hans Langsdorff, decidió refugiarse en el puerto más cercano para reparar averías. A las 22.13 del 14 de diciembre, el Graf Spee entró en Montevideo.
Fue un gran error. Montevideo estaba plagado de espías y los ingleses lograron infiltrarse y engañar a los alemanes y los hicieron creer que estaban rodeados. El 16, Langsdorff telegrafió al alto mando: «Bloqueo nocturno muy estrecho. Ninguna esperanza de poder huir hacia mar abierto y abrirme camino hacia la patria»
El 17 de diciembre, el Graf Spee abandonó el puerto, después de haber desembarcado la mayoría de la tripulación. A las 18.15, cuando se esperaba que combatiera, se produjo una gran explosión y el acorazado se fue a pique.
Langsdorff había hundido el acorazado para que no cayera en manos enemigas. Tres días después se suicidó.
El Graf Spee y los submarinos
En su libro «Odessa al Sur», el escrito Jorge Camarasa especula que el jefe de la Gestapo, Heinrich Muller, llegó a la Argentina en 1945 en un submarino con el objetivo de organizar la fuga de varios tripulantes del Graf Spee internados en el viejo hotel de Sierra de la Ventana.
Según los datos recogidos por Camarasa, Muller desembarcó desde un submarino frente a las costas de Orense en 1945.
Le contaron que «el pesquero de altura Ottolenghi lo había trasladado hasta Necochea, y que de allí se había ido a Coronel Pringles para organizar las fugas de los marinos del Graf Spee que estaban internados en el viejo hotel de Sierra de la Ventana».
Rodeado por los rusos en Berlín, el 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se suicidó en su búnker. Sin embargo, muchos creyeron que fue un bluff para que el jerarca nazi pudiera escapar hacia Sudamérica. El propio Iósif Stalin decía que Hitler huyó.
Mientras los estadounidenses seguían combatiendo en el Pacífico, los habitantes de las ciudades costeras argentinas, que siempre habían creído que la guerra no los tocaría, comenzaron a preocuparse cuando comenzaron a circular historias de desembarcos.
El 10 de julio de 1945, arribó al puerto de Mar del Plata el submarino alemán U 530. Según el artículo publicado por Ecos Diarios al día siguiente, la nave emergió en las aguas del puerto, a las 7.30 e hizo señales de luces a la base de submarinos.
La guerra había finalizado hacía dos meses cuando el comandante del submarino alemán, Otto Wermolt, de 29 años, al mando de una tripulación de 53 marinos, decidió rendirse en el puerto marplatense, tal vez temiendo las represalias aliadas.
Según los tripulantes, hacía un mes y medio que no tocaban puerto y ya se les había terminado el combustible. Los hombres se hallaban exhaustos y se les habían agotado los víveres.
Un mes más tarde, el 17 de agosto de 1945, el submarino U-977 emergió a 8 millas de la costa de Mar del Plata. Era comandado por el capitán de Fragata Heinz Schaffer y había zarpado de su país el 26 de abril, reaprovisionado en Dinamarca el 2 de mayo.
La orden de rendición sorprendió a los tripulantes rumbo a la zona de patrulla, por tal motivo, Schaffer, de sólo 25 años, reunió a la tripulación y los sometió a la decisión de entregarse o dirigirse a la Argentina. Navegaron durante 66 días hasta llegar a Mar del Plata y se entregaron de la misma forma que lo habían hecho sus camaradas del U 530.
La rendición de esos dos submarinos en Mar del Plata les hizo recordar a los pobladores de la zona una historia muy similar a la que Camarasa relató en su libro “Odessa al sur”.
Esa historia incluso se publicó en la primera página de Ecos Diarios el 23 de febrero de 1944 con el título: “Se había extendido hasta nuestra zona el espionaje del Eje”.
La nota hacía referencia a un informe de inteligencia según el cual Alemania proyectaba “un desembarco de agentes secretos que debía realizarse entre los faros de Quequén y Miramar”.
“Una parte del informe de espionaje dado a conocer por las autoridades nacionales resulta particularmente interesante para nosotros, en razón de referirse a actividades que tenían como propósito la utilización de parajes de nuestra costa”, señalaba el artículo periodístico.
El informe, que Ecos Diarios reproducía textualmente, indicaba que: “Se ha establecido que a fines del año 1943, el mayor general Frederich Wolf, agregado militar naval de la embajada alemana, comisionó a Guillermo Otto Alberto Seidlitz para que buscara un lugar adecuado en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires, donde poder desembarcar de submarino alemán, uno o dos agentes secretos del eje, además de materiales necesarios a los organismos de espionaje existentes en la Argentina”.
Siempre según el informe, Seidlitz se puso en contacto con Gustavo Eickenbert, con quien efectuó un viaje a una estancia adquirida por él mismo en Mar del Sur, localidad situada a unos 60 kilómetros al Sur de Mar del Plata, recorriendo los lugares vecinos y la costa marítima, llegando, de acuerdo con Eickenberg, a que el lugar ofrecía grandes probabilidades para efectuar con éxito un desembarco desde el submarino, entrevistando a su regreso al general Wolf, para dar cuenta del cumplimiento de la misión y presentar un informe detallado de las comprobaciones recogidas, indicando como el mejor punto de arribo el equidistante entre los faros de Miramar y Necochea, que es coincidente con el camino que lleva a la estancia de Eickenberg”.
Esa y otras historias similares comenzaron a hacer crecer las teorías que sostienen que Hitler y otros jerarcas nazis huyeron hacia la Argentina en submarinos.
Los tripulantes del Graf Spee
Pero la guerra había terminado y todos querían volver a una vida pacífica. Muchos de los marinos del Graf Spee decidieron quedarse en la Argentina y no volver a Alemania.
Un pequeño artículo publicado en Ecos Diarios el 29 de septiembre de 1945 cuenta la historia de uno de estos hombres.
La nota dice: «Un ex tripulante del acorazado alemán de bolsillo Graf Spee, que fuera hundido en aguas del Río de la Plata (…), ha resuelto casarse en nuestra ciudad».
«El marino de referencia se encuentra actualmente internado en Sierra de la Ventana, conjuntamente con varios compañeros más, en cumplimiento de las medidas dispuestas por el gobierno nacional con los ex tripulantes de la citada nave», agrega.
«Según nuestros informes, su prometida, a quien conoció en Bahía Blanca, se encuentra en Necochea desde hace dos meses. El ex marino alemán ya ha efectuado los trámites previos para contraer enlace, habiéndose presentado hace unos días a la oficina del Registro Civil, con el propósito de inquirir detalles acerca de los recaudos legales que debían llenar, ausentándose luego para Sierra de la Venta, de donde regresará antes de la fecha señalada para la boda».
Otros tripulantes del Graf Spee fueron vinculados con una estafa al Casino de Mar del Plata ocurrida años más tarde y a un peluquero de nuestra ciudad.///