Un enigma que cumple 36 años
“Yo me pregunto todos los 15 de enero, ¿dónde está Adriana Celihueta?”, escribió una mujer de nuestra ciudad en el muro creado en la red social Facebook, bajo el título ‘Yo quiero saber dónde está Adriana Celihueta, ¿y vos?’.
Desaparecida en etapa de democracia en el país, hace hoy 36 años, y el misterio continúa por lo que hay quienes callan y saben algo, o hubo y callaron, mientras que una familia aún reclama saber la verdad.
“No laves los platos, mamá. Yo los lavo cuando vuelvo”, dijo Adriana Celihueta el 15 de enero de 1987, cuando salió de la casa que compartía junto a sus padres y su hermana.
Hoy, a 36 años de aquel día, Adriana no sólo no volvió sino que no se supo nada más de ella. Errores judiciales y policiales, investigaciones deficientes y una trama de sospechas que rozó a poderes políticos
Lo concreto que el caso de la veterinaria que tenía 29 años y estaba a algo más de un mes de casarse, continúa impune, como tantos otros episodios ocurridos en la Argentina con la desaparición de personas.
La falta de una sede del Poder Judicial en Necochea hizo que la causa fuese remitida a Mar del Plata, y pasara por las manos de cinco jueces, lo que terminó por conspirar contra la verdad.
“Ya va a volver a su casa, no se haga problemas, es una mujer grande…”, fueron algunas de las expresiones destempladas de funcionarios policiales de aquella época que, indudablemente, tomaron con absoluta liviandad lo que está sucediendo
Un testigo mudo
Lo cierto es que Adriana salió de la casa tras la cena. Se subió al Dodge Polara de su padre Carlos y se dirigió rumbo a lo de sus suegros, cuya vivienda estaba sólo a doce cuadras, pero nunca llegó a ese lugar.
Dijo que iba a corroborar que el apellido de la madre de su novio, Fernando Iparraguirre, estuviese bien escrito en la tarjeta de invitación. El casamiento estaba cerca y no quería dejar ningún detalle al azar.
El auto fue encontrado en la mañana siguiente entre un sector costero y el parque Miguel Lillo. En el asiento del conductor estaban las llaves, en la arena la documentación de la mujer y del vehículo, que se encontraba de cara al mar y con las puertas abiertas de par en par.
El Dodge Polara fue siempre “el testigo mudo” en el misterioso caso que nunca pudo develarse.
Errores imperdonables
Un primer error, no menor, se dio en ese momento del hallazgo del rodado, cuando la Policía le autorizó a Carlos Celihueta que se lleve el auto, sin que previamente le hiciesen las pericias necesarias para encontrar algún tipo de huellas y pistas para investigar.
Ese probable dato que se hubiese obtenido en el interior del automóvil, podría haber ayudado a orienta la pesquisa, pero de manera imperdonable, los responsables policiales dejaron escapar información que pudo haber sido valiosa.
Cinco jueces y varios fiscales llevaron adelante una investigación que dejó más dudas que certezas. Nunca hubo imputados, solamente sospechosos, fueron aquellos que tuvieron relación laboral y vinculaciones por diferentes motivos con Adriana.
Por impulsos y embates de la familia Celihueta, hubo excavaciones en la veterinaria y en la casa de Reinaldo Costa, en Quequén, y también en diversos sectores costeros, pero sin avances verdaderos.
Poco se supo de Fernando Iparraguirre, quien iba a ser el esposo de la veterinaria y falleció años después. El hombre estaba en la localidad de Castex, provincia de La Pampa, cuando desapareció su novia, un día como hoy.
La familia siguió adelante, con la esperanza de encontrar una luz en el camino que pudiera acercar en parte a la verdad.
Carreras ilegales de caballos
Hubo una sospecha más como planteó un abogado que asesoró a los Celihueta durante años, que vinculaba la desaparición a la mafia de las “cuadreras”, competencias ilegales con dos caballos en campos de la zona, donde había apuestas de gente poderosa y mucho dinero en juego.
Todas especulaciones, pero de verídico, poco y nada. Y lo extraño que “el pacto de silencio” entre algunos que tuvieron que conocieron a Adriana y tuvieron relación con ella, con el paso del tiempo se mantuvo indestructible.
Alguna vez “Mimí” Vaio, la mamá de Adriana, quien la vio por última vez aquella noche del 15 de enero de 1987, reconoció que junto a su marido, “nuestra vidas se envejecieron en la lucha por obtener una respuesta sobre qué pasó. Queríamos tener un lugar para poder llevarle flores”. ////
Errores judiciales y policiales
*Adriana desapareció el 15 de enero de 1987, sus padres la vieron por última vez alrededor de las 22
*Su labor profesional la llevó a trabajar en una veterinaria de Quequén y tenía programado casarse en ese año 1987 para luego radicarse en la provincia de La Pampa
*El auto de su padre, Carlos Celihueta, fue encontrado en cercanías a la costa. Ella se había ido de la casa de sus progenitores en el Dodge Polara, con la intención de concurrir a la vivienda de sus futuros suegros.
*Tras el hallazgo del rodado, la Policía permitió que lo retiraran del lugar y no se hicieron pericias concretas para tratar de recolectar rastros que podrían haber orientado la investigación.
*El patrón de Adriana y dueño de la ex veterinaria La Chacra, fue el principal sospechoso en el enigmático caso de la crónica policial, pero nunca lo llamaron a declarar.
*El amplio expediente judicial y policial pasó por manos de cinco jueces y, en la mayoría de los casos, se cuestionó el papel endeble de quienes tendrían que haber impulsado una pesquisa seria y responsable. Lo mismo sucedió con el rol que cumplió el personal y funcionarios policiales.
*Con el paso de los días y las semanas, se hicieron distintas excavaciones en sectores costeros y sitios de Quequén, pero sin resultados favorables. Se trata de una verdadera deuda pendiente de parte de la Justicia y la Policía.
*La hipótesis del crimen por encargo o crimen planificado fue la que inicialmente se deslizó, luego se dejó de lado y al final retornó. Por distintos motivos: amores, desamores, dopaje de caballos, entre otros. ////