Una época del año marcada por la furia de la naturaleza
En abril se han registrado algunos de los fenómenos meteorológicos más extremos en los últimos 100 años. Desde la tormenta que hizo naufragar al Monte Pasubio, hace 98 años, a la gran inundación de 1980 y el tornado que provocó la muerte de un niño en 1993
Termina hoy un abril que no ha tenido la virulencia meteorológica de otros. En este mes se han registrado en los últimos cien años algunos de los fenómenos naturales más extremos. Ya lo dice un refrán: “Buenos amigos y buenos abriles, uno entre miles”.
Ayer se cumplieron 42 años del 29 de abril de 1980, uno de los días más tristes de la historia local. Ese día 600 personas del núcleo urbano debieron ser evacuadas de sus casas luego de que el Río Quequén, desbordado al recibir las aguas que habían inundado durante días la región, arrasaron con todo lo que encontraron en las riberas.
A cuatro décadas de ese día, aún quedan dos hitos que reflejan la arrolladora fuerza del agua cargada con todo lo que arrastraban a su paso: el esqueleto del puente Ezcurra, en el puerto, y el del ferroviario, en el sector donde en la actualidad se encuentra el Club Del Valle.
Cuatro años después, en 1984, también en abril, fuertes vientos del sector Sur, con ráfagas de hasta 100 kilómetros por hora, provocaron destrozos en distintos puntos de la ciudad.
El 17 de abril de 1990 otro tornado provocó la voladura de techos, innumerables cortes en el servicio eléctrico y telefónicos y caída de árboles y carteles.
Veinte personas debieron ser evacuadas, tras soportar los embates del viento que llegó a soplar hasta 200 kilómetros por hora.
El martes 13 de abril de 1993 un niño perdió la vida durante un tornado que sembró destrucción. Aquella noche, los vientos huracanados alcanzaron una marca de 250 kilómetros por hora.
Además de la muerte de un niño que quedó sepultado por los escombros cuando se derrumbó la humilde casa en la que vivía, hubo 15 heridos graves y 225 evacuados. Ese día hubo innumerables voladuras de techos, árboles y postes de luz caídos, el encallamiento de un pesquero en la zona portuaria, paredones derrumbados y la red de energía eléctrica resultó sumamente dañada.
Era en abril…
A las 16.30 del 29 de abril de 1980 cayó el Ezcurra, en el que tal vez fue el momento más dramático de la más grande inundación del siglo XX. La crónica publicada al día siguiente por Ecos Diarios, da una ligera idea de los fenómenos producidos por la crecida. “El dramático momento vivido, cuando la parte central del puente carretero Ignacio Ezcurra cayó destrozada por el empuje avasallante de la corriente que generaba el paso del río Quequén, fue prácticamente inenarrable”, señala la nota.
“No fue solamente el impacto de su caída, lo que generó la tristeza y el desánimo entre todos los que presenciaron la tragedia que sucediera a las 16.30 aproximadamente, sino la terminación de un largo sueño que comenzó el 20 de diciembre de 1969, cuando fuera habilitado el tránsito”, agrega.
Horas después, a las 21, también cayó el viejo puente del ferrocarril, que había sido construido entre 1893 y 1894, cuando se puso en servicio la Estación de Trenes de Necochea.
El viejo puente se encontraba clausurado desde 1966, pero se había convertido en una de las postales de la ciudad.
“Estaba considerado como una de las construcciones más sólidas en sus cimientos ya que su estructura había soportado la conocida inundación de 1914, que afectó a nuestra ciudad y la zona y que en ese entonces arrastró un puente que se construía frente al Club Náutico”, indica un artículo periodístico.
Dos días antes los vecinos ya esperaban un desastre. El 27 de abril Ecos Diarios informaba que “el desborde de ríos, arroyos y canales ha provocado la pérdida de un ochenta por ciento de los cultivos de temporada”. La cifra de animales muertos no se había podido calcular.
Según se pudo establecer más tarde, en ocho días cayeron sobre el territorio bonaerense unos 30.000 millones de toneladas de agua.
En medio de la tragedia, se vivió otra tragedia, en Ramón Santamarina, un chico de 14 años cayó a una profunda excavación y se ahogó.
Además de los evacuados, las instalaciones de los clubes Rowing y Náutico destruidas, la caída de los puentes y las localidades aisladas en el interior del distrito, el puerto sufrió gravísimas pérdidas. La corriente, cargada de troncos, animales muertos, muebles y otros elementos, arrastró muelles y embarcaciones.
Un abril de hace 98 años
En la noche del 1º de abril de 1924 dos buques naufragaron en las playas de Quequén. Del vapor italiano Monte Pasubio y el inglés Westbury hoy solo queda el recuerdo. Si bien son dos buques más de las decenas que naufragaron en las aguas de Quequén y Necochea desde fines del Siglo XIX, su historia es insólita, ya que encallaron en la misma playa y en la misma noche, con unas pocas horas de diferencia.
Ambos buques navegaban con destino al puerto de Bahía Blanca, cuando, frente a nuestras costas, fueron sorprendidos por una fuerte tormenta. Durante toda la tarde y parte de la noche los marinos lucharon contra la furia del mar, hasta que finalmente fueron arrastrados hacia la costa.
Para prestar auxilio a estas dos naves, partieron de puerto Belgrano los barcos exploradores Querandí y Tehuelche, que llegaron tarde.
Los rescatadores también debieron luchar contra este temporal que en tierra derribó la torre y el tanque de agua del hotel Necochea, rompió amarras la draga Gardella, que chocó contra un muelle y dañó una de las balsas del servicio que cruzaban el Río Quequén.///
Cenizas de abril
El 12 de abril de 1932 se registró en el distrito un fenómeno que provocó temor entre los necochenses. Lo que parecía una densa neblina no era otra cosa que ceniza volcánica y se temió por las cosechas en la región.
El manto de ceniza volcánica invadió gran parte del país, incluso a la Capital Federal.
El fenómeno fue causado por las erupciones de los volcanes Descabezado Grande y Chico y la nube se disipó días después.
Frío extremo: julio
Según las estadísticas climáticas, julio es el mes en el que históricamente se han registrado marcas térmicas más bajas.
Precisamente fue el viernes 12 de julio de 1991, cuando la temperatura mínima llegó a -2.7º a las 5.30 de la madrugada. Pero la térmica fue mucho más baja: -5.5º.
Aunque, el día más frío de las últimas décadas parece haber sido el 11 de septiembre de 1998, cuando la mínima cayó hasta los 10 grados bajo cero. Ese año el invierno pareció extenderse hasta avanzada la primavera.
Pese a ello, los archivos muestran que en julio se registraron aquí algunas de las nevadas más memorables de las que se tienen registro.
Fue precisamente el 9 de julio de 1945 cuando los necochenses se despertaron con el espectáculo de la nieve. La nevada comenzó en las primeras horas del día y continuó hasta bien entrada la mañana.
El vecindario, maravillado, salió a las calles para armar muñecos de nieve y se produjeron batallas de bolas de nieve.
La capa de nieve, según registros de la época, alcanzó una altura de diez centímetros, con una temperatura mínima de 2 grados bajo cero.
Diez años después, el 7 de julio de 1955, nevó copiosamente toda la madrugada y la ciudad despertó cubierta por un manto blanco.
En la plaza Dardo Rocha y en otros puntos se observó que la nieve alcanzó una altura de entre 3 y 4 centímetros, mientras que la temperatura mínima de la jornada fue de 1 grado bajo cero.
Aunque una de las más intensas nevadas de las que se tenga registro ocurrió en junio. Fue en 1967, en lo que quedó en la memoria como el domingo blanco.
Alrededor de las 6 de la mañana comenzó una fina granizada que pronto se convirtió en tenues copos de nieve, hasta que a las 9 se transformó en una ya intensa nevada que, luego de una breve interrupción, se repitió a las 10.
Esto ocurrió el domingo 11 de junio de 1967 y la nieve lo cubrió todo. Las plazas, las calles, el Parque, la Villa Díaz Vélez, el puerto, la vieja grúa Titán.
Los niños protagonizaron aquel día verdaderas “batallas campales” de bolas de nieve. Además, los muñecos de nieve se multiplicaron en las veredas y en los patios de las casas.