Una falta de planificación que atenta contra las promesas electorales
Cuando los políticos preparan sus discursos para lanzarse a la campaña, la limitada infraestructura de la ciudad para llevar adelante proyectos de radicación de empresas hace necesario replantearse cualquier plan de desarrollo
Falta un mes para el inicio de la campaña electoral para las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que serán el 13 de agosto. Sin embargo, la campaña parece haber empezado hace meses y todos los políticos que se perfilan para competir por ocupar el sillón de Murga en diciembre ya están preparando sus discursos enfocados en temas que consideran fundamentales para dar respuestas al electorado.
Uno de esos temas es el empleo y ya se ha podido escuchar a varios precandidatos hablar sobre sus ideas para atraer inversiones que permitan generar fuentes de trabajo.
Sin embargo, de los que pocos hablan es de la falta de infraestructura del complejo urbano para poder encarar grandes proyectos de desarrollo industrial. Incluso días atrás uno de esos políticos dijo algo que la mayoría de sus colegas parece desconocer: es un mito que muchas empresas no se radicaron en Necochea por las exigencias del municipio, eligieron otras ciudades porque aquí no contaban con la infraestructura mínima para desarrollar sus actividades.
Indudablemente los necochenses siempre han soñado con que el distrito tenga el desarrollo industrial que supo tener hasta principios de los ‘80, pero desde entonces nada se ha hecho para desarrollar la infraestructura necesaria para la instalación de plantas que requieren fuerza motriz, gas y servicios con los que la ciudad no cuenta.
Esta falta de planificación salta a la vista. Esta falta de planes de desarrollo urbanístico de la ciudad a largo plazo queda evidenciada en la falta de zonificación. Las normas vigentes son prácticamente las mismas desde hace una década.
El último intento de ordenamiento se produjo durante el gobierno de Daniel Molina, cuando entre 2004 y 2011 se desarrolló el Plan Urbano Ambiental (PUA) y del Código de Desarrollo Sostenible (CODES).
Otra evidencia de la falta de planificación es el escaso uso que se hace del frente costero en un distrito que tiene 72 kilómetros de playa.
En ese sentido, en 2027 se cumplirán 100 años desde que se aprobó la ley 3.928 de ensanche del ejido de Necochea en 10.000 hectáreas y los herederos de Díaz Vélez aceptaron también el ensanche de lo que ya comenzaba a llamarse precisamente Villa Díaz Vélez.
En 1939, la señora Mathilde Alvarez de Toledo de Díaz Vélez solicitó la aprobación de la división de tierras en lo que hoy es la villa balnearia.
Intervino el ingeniero Justo Duggan y la dirección de Geodesia aprobó el proyecto, ya que se trataba de una ampliación del ejido y las reservas de uso público sobrepasaban el porcentaje establecido por la ley.
Sin embargo, este proyecto encontró oposición en la Municipalidad de Necochea por considerarse que la «subdivisión es inconveniente para una ciudad balnearia cuya población estable y de temporada no es de gran densidad».
Se consideraba que era inútil la ampliación de la zona balnearia en «regiones actualmente despobladas».
Esa falta de visión de los políticos de hace 80 años, aún no se ha superado.
La falta de visión
Pero esa falta de visión o desidia, también se nota en algunos verdaderos adefesios que se conservan desde hace décadas en lugares de gran valor inmobiliario.
El complejo casino, por ejemplo, abandonado desde hace décadas inutiliza uno de los mejores lugares de la ciudad para el desarrollo de un proyecto turístico.
El puente Ezcurra, ubicado en un lugar estratégico para el transporte de cargas, no se reconstruye ni se termina de demoler, es una de las postales del abandono de la zona portuaria.
Los restos del muelle de pescadores, otro monumento al abandono, al igual que la estructura de la que hace décadas se pensó que podría ser la estación hidrobiológica más innovadora de América del sur. Esta última se encuentra junto a la Plaza 3 de Agosto en Quequén, en un espacio también inutilizado y con peligro para los niños que habitualmente concurren a la plaza.
Pero esto de los edificios inútiles y abandonados no es nuevo, quizás ya no viven vecinos que vieron el esplendor de la rambla municipal, pero sí muchas personas mayores recordarán que fue una estructura inútil durante décadas hasta que finalmente fue demolida en los ’70.
Los abuelos más memoriosos recordarán muchos casos como el de la rambla, porque si hay algo que ha caracterizado a Necochea durante años es la nostalgia por lo que fue y la falta de decisión para encarar al futuro.
Mientras, como decía el poeta Edgar Bayley, “es infinita esta riqueza abandonada”.
Ejemplo de ese abandono fue durante años el edificio del Hotel Vasconia, ubicado en 59 y 66. Después de décadas fue demolido. En su momento un establecimiento “moderno y confortable”, con “agua corriente en todas las habitaciones”, como indicaba la publicidad del hotel en los años 40.
Otro ejemplo de esa riqueza abandonada es el molino harinero de 59 entre 14 y 16, que aún permanece en pie, pero en peligro constante de derrumbe.
Hace 90 años ese molino elaboraba anualmente de 18.000 a 22.000 toneladas de harina triple cero, doble cero, cero, especial, afrecho y afrechillo, cuya materia prima procedía de los partidos de Necochea, Lobería, Balcarce y General Pueyrredón.
Se trataba de un molino modelo, tanto por su gran edificio como por las comodidades de todas sus dependencias.
Otro edificio que permaneció en ruinas durante décadas hasta fue tirado abajo en 1979 fue el del viejo Hospital Díaz Vélez. Lo paradójico en ese caso fue que hasta meses antes de la demolición funcionó allí la Escuela Diferenciada Nº 502.
La norma vigente
En un artículo publicado hace ocho años por Ecos Diarios, se indicaba que gran parte de las ordenanzas vigentes respecto a la actividad industrial y portuaria de nuestra ciudad surgieron con el desarrollo del Plan Urbano Ambiental (PUA) y del Código de Desarrollo Sostenible (CODES), entre 2003 y 2011. Casi nada ha cambiado desde entonces.
El proceso de planificación “implementado entre el año 2003 al 2011 contempló el desarrollo de todas las etapas previstas al momento de ingresar al gobierno municipal. Se implementó un menú de 150 programas y proyectos, y se materializó el inicio de más del 50% de ellos”, dijo hace ocho años el arquitecto Martín Sarasíbar, supervisor del proyecto.
“Nuestra comunidad participó (200 representantes de más de 100 entidades) en más de 20 talleres de trabajo”, explicó. “Se diagnosticó el perfil de nuestra comunidad y territorio; se consensuaron estrategias a mediano y largo plazo; se diseñaron los programas y proyectos acorde a los objetivos acordados, y entre ellos, se propuso renovar integralmente el corpus normativo en materia de ordenamiento territorial y ambiental”.
“En este sentido se diseñó el CODES, propuesta de carácter único en la región, diseñado con la supervisión de las autoridades provinciales enteramente desde equipos técnicos municipales”, dijo. “Aún hoy está en evaluación en el Departamento Ejecutivo de turno”.
“En el transcurso de este nutrido trabajo de planeamiento, y por primera vez en nuestra historia, se abordaron crónicos estigmas que nos caracterizan”, indicó en 2015.
En aquellos talleres, explicó, se pudo “socializar por primera vez, en un marco de debates y consensos, la controversia de la integración de Necochea-Quequén como una misma ciudad, lo que motivó la definición del primer eje estratégico del PUA”.
También se pudo “discutir las competencias concurrentes en materia territorial-ambiental por parte de las dos actividades productivas más importantes de nuestra región: el turismo del producto sol y playas y el complejo agroexportador, desde donde surgieron dos de los programas de planeamiento más relevantes de los últimos años: el Plan Integral Costero y el Ordenamiento urbano-ambiental del Complejo Agroexportador”, dijo Sarasíbar.
En los 8 años que gobernó Molina, manifestó, “se aprobaron más de un centenar de nuevas normativas, todas contempladas en el CODES, entre ellas la ordenanza 6414/08, que regula al complejo agroexportador fijando un límite a la expansión de acopio en el área urbana y prioriza a los usos urbanos o las ordenanzas que regulan a los depósitos de agroquímicos, los depósitos de control de plagas, la regulación de estructuras que emiten RNI (antenas) y la creación del Sector Industrial Planificado (SIP)”.
En la actualidad Martín Sarasíbar coordina el equipo técnico que desarrolló el “Código de ordenamiento urbano ambiental del partido de Lobería” (COUA) que tiene por objetivo la actualización de la legislación de ordenamiento territorial y ambiental de ese distrito.///