Una obra del compositor ruso Igor Stravinsky que fue el escándalo musical del siglo XX
Se proyecta el ballet “La Consagración de la Primavera”
Este jueves, a las 18, en el auditórium del Centro Cultural de Necochea, de 54 Nº 3062, se realiza un nuevo Encuentro Musical, conducido por la profesora Ana Gabino. En esta oportunidad pueden apreciarse el ballet “La Consagración de la Primavera “.
Se trata de una obra del compositor ruso Igor Stravinsky (1882-1971), con coreografía de Vaslav Nijinsky (1890-1950), también ruso, y “Who cares”, ballet con música del estadounidense George Gershwin (1898-1937)) y coreografía del ruso George Balanchine (1904-1983). Si bien las dos obras pertenecen al siglo XX, son absolutamente diferentes.
Vale destacar que, “La consagración de la primavera” (1913), tercero de los ballets que Stravinsky escribió para los Ballets Rusos de Diaghilev, surgió de una visión. Imaginó un rito pagano en el cual los ancianos sabios, sentados en círculo, observaban a una joven muchacha bailando hasta la muerte; la sacrificaban para ofrendarla al dios de la primavera. Hito en la música del siglo XX, su carácter innovador radica en la supremacía del ritmo, independizado de su tradicional función de sostén melódico. La melodía y la armonía, aunque tienen un enfoque único, se subordinan al ritmo con una orquestación muy imaginativa.
Innovaciones
La obra fue estrenada el 29 de mayo de 1913, en el marco de la temporada de ese año de los legendarios Ballets Russes, de Sergei Diaghilev. La coreografía se debió a la creación de Vaslav Nijinski, bailarín estrella de la compañía, con diseño de escenografía y vestuario de Nicholas Roerich, y dirección musical de Pierre Monteux. Su primera representación desató un enorme escándalo en el Théâtre des Champs-Élysées de París. Las desconcertantes innovaciones musicales marcaron una estrepitosa ruptura con los cánones anteriores. De igual modo, la revolucionaria concepción de Nijinski desafiaba las normas de la danza.
En la sala repleta del teatro, el público que lo llenaba tenía la expectativa de conocer una obra deslumbrante. Pero una parte de ese público empezó a sentirse muy desconcertada, estafada, y descerrajó silbatinas que pronto fueron acompañadas por exclamaciones, risas y maldiciones. Quienes percibían que se trataba de algo nuevo, valioso, respondieron con más gritos. Entre los balcones y por sobre las butacas empezaron a volar cartulinas, sombreros y bolsas con golosinas. El escándalo crecía de forma acelerada. Nijinsky, tras las bambalinas, seguía dando transpiradas instrucciones a los bailarines para que no se desorientasen en medio de la batahola. La orquesta, dirigida por el maestro Pierre Monteux, hacía esfuerzos sobrehumanos para seguir la partitura.
Este ballet había exigido una preparación excepcionalmente minuciosa, con un número inédito de ensayos que, según se afirmaba, llegaron a los ciento veinte. Muchos puños asomaban desde los palcos y varios caballeros cambiaban tarjetas para sus duelos inminentes, en tanto que las damas trataban de mantener en su lugar los sombreros, golpeados sin querer por brazos y codos ciegos. Una crónica señala que incluso hubo bofetadas de mujeres contra los caballeros furiosos.
“Who cares ?”
“Who cares?”, esplendoroso ballet creado por George Balanchine con música de George Gershwin de 16 de sus más famosas canciones compuestas entre 1924 – 1931, con orquestación de Hershy Kay, fue estrenado por el New York City Ballet, el 7 de febrero de 1970, en el New York State Theater, Lincoln Center.
Es un brillante homenaje a Nueva York, en especial al siempre despierto Manhattan: entre los rascacielos se propicia el romance y la diversión.
La coreografía nos lleva a la exuberancia de la vida en la ciudad. Capturó maravillosamente el espíritu de la época del jazz, incorporando elementos de bailes como el charleston y el foxtrot de la década de los años 20 y movimientos de danza jazz.
Su coreografía es elegante, sofisticada, variada (pas de deux románticos, solos brillantes, grupales trepidantes).
Vale mencionar que para Balanchine en el ballet lo importante es el movimiento en sí mismo, y en sus coreografías hay una profunda interrelación entre el movimiento y la música. Su deseo era que el público disfrutara de sus obras por su belleza intrínseca.