Verano del 91, el principio del cambio
Hace 30 años el sector turístico era impactado por la variable económica. Comenzaba un cambio de hábitos que se extendería durante los ‘90, mientras cada vez más turistas, a pesar del valor del dólar, se fugaban hacia las playas del Sur de Brasil
Hace 30 años, el miércoles 6 de marzo de 1991, Ecos Diarios publicaba un balance de lo que había sido la temporada de verano de ese año. “Cuando está cayendo el telón para la temporada de verano 1990/91, los distintos sectores vinculados al turismo ya comienza a efectuar sus respectivos balances acerca de qué es lo que dejó el tramo estival, advirtiéndose que en los diferentes rubros se anticipó que los resultados recogidos no pueden considerarse como buenos, salvo algunas excepciones”, señalaba el artículo.
Así como este año la situación económica generada por la extensa cuarentena impuesta por el gobierno nacional parece haber sido el principal factor para la peor temporada de la que muchos operadores turísticos tengan memoria, en 1990 también fue el dinero el protagonista.
“No cabe dudas que la escalada del dólar y la debacle en las variables económicas a partir de ese impacto financiero, incidieron de manera fundamental en el nivel de la temporada, coincidiendo en que febrero sufrió las consecuencias del desajuste mencionado”, señalaba el citado artículo.
El “desajuste” fue un golpe fatal al bolsillo de los argentinos, cuando el dólar pasó de 5.500 australes en enero a cerca de 10.000 australes.
Esto se reflejó rápidamente en los alquileres. De la tradicional quincena, se pasó a alquileres de 5, 7 o 10 días.
Años más tarde, ya en perspectiva, podía apreciar el impacto de la economía en el drenaje de turistas y también en los cambios de hábitos de los visitantes.
Mientras, entre 1991 y 1993, las playas del Sur de Brasil recibieron a miles de argentinos tentados por los bajos precios de hoteles, comidas y esparcimiento.
En paralelo, en nuestra ciudad, la década del ‘90 se caracterizó por la ausencia casi total de aquellos espectáculos teatrales de reconocidas figuras nacionales que hacían la temporada completa en Necochea a fines de los ‘70 y principios de los ‘80.
En marzo de 1991, al fin de la temporada siguió un conflictivo inicio de clases, con paros de docentes en todo el país. En el mundo aún escuchaba los ecos de la Guerra del Golfo, que había tenido entre los países beligerantes a la Argentina, que bajo el gobierno de Carlos Menem había enviados militares a la zona de conflicto.
Pero pese a todo, la ciudad seguía teniendo presencia nacional, ya que el Club Rivadavia participaba en la Liga Nacional C de básquetbol.
Un año complicado
El año había comenzado con un clima enrarecido en el distrito. El 2 de enero el Concejo Deliberante destituyó al intendente Horacio Alfredo Vidal por “graves transgresiones”. Al mes siguiente la Corte Suprema de Justicia bonaerense lo repuso en su cargo, pero en marzo el mismo organismo convalidó la destitución.
Pese a estos vaivenes políticos, el 6 de enero, se desarrollaba con normalidad el desfile inaugural del XXX Festival de Espectáculos para Niños, que contaba con la participación de once elencos de distintos puntos del país.
Dos días después se anunciaba un nuevo récord histórico de exportaciones en Puerto Quequén, ya que en los 12 meses anteriores había logrado embarcar 2.871.087 toneladas en 213 buques.
El 19 de enero se dio a conocer un informe de la Secretaría de Turismo según el cual habían ingresado en la primera quincena de enero 80.880 turistas a la ciudad.
Mientras que hacia finales de mes las compañías de transporte de larga distancia incorporaron numerosos servicios adicionales para satisfacer la alta demanda de los últimos días de enero, las casas de cambio registraron intensa actividad debido a las constantes variaciones del valor del dólar.
En los primeros días de febrero se informó que en enero el número total de ingresos a Necochea había sido de 168.000 turistas.
En medio de un clima político complejo, el Puerto siguió estableciendo nuevos récords y el 11 de febrero estableció un nuevo tiempo de carga al lograr alojar en un buque 14.500 toneladas en 11 horas y 45 minutos.
Entre renuncias de funcionarios, asunción de otros, críticas cruzadas, alejamientos de políticos de sus espacios, los vecinos comenzaban a mostrar su preocupación por la situación comunal y otros comenzaban a plantear sus precandidaturas.
Marzo no comenzó muy bien. El día tres el Estado Mayor General de la Armada anunciaba que en 1995 sería cerrado en forma definitiva el Liceo Naval Militar “Capitán de fragata Carlos María Moyano”.
El 6 de ese mes, se registraron apagones en toda la ciudad como consecuencia de una tormenta que en algunas horas produjo anegamientos en distintos sectores.
Mientras que el diario elegía como Chica Hola Verano a Paola Curtale, una joven que había obtenido otras distinciones en concursos de belleza esa temporada: Miss Costa Bonita y Miss Necochea.
Como ocurre por estos días como consecuencia de la pandemia, el inicio de clases en 1991 no fue normal. El paro docente dejó a los chicos sin poder asistir a clases. Fue el inicio de un año atípico. Meses después, en agosto, se produjo una de las más grandes nevadas de las que se tenga memoria en la ciudad. Y un mes antes de que la ciudad celebrara su 110º aniversario, José Aloisi fue elegido intendente tras uno de los períodos políticos más convulsivos que se recuerde en el distrito.
La crisis producida por la economía en el turismo local, comenzaría a acentuarse con el paso de los años en aquella década del 90. Según estadísticas de 1996, ese verano ingresaron a Necochea 268.226 turistas, mientras que en 1992, habían sido 376.358 los visitantes.
Una publicación de 1996 señalaba que se había acentuado “la tendencia de los veraneantes a reducir su estadía, ya que son muy pocos los que permanecen un mes entero de vacaciones. Ahora alquilan carpas, sombrillas y habitaciones por pocos días e incluso por un fin de semana”.
Lo que en ese momento era poco usual, en los últimos años se ha convertido en lo normal. Incluso algún comerciante señaló que “los turistas ya no se avergüenzan de llevarse la comida de un restaurante”.
Incluso se veía con curiosidad a familias de turistas que hacían compras en los supermercados para luego preparar comidas y consumirlas en la playa o en las habitaciones de los hoteles.
Sin dudas, el principio de la década del ‘90 marcó la despedida de un perfil de turista que no regresaría a la ciudad y un cambio rotundo en los hábitos de los visitantes, que dejaron de usar el tren y el transporte público para viajar en sus autos particulares y comenzaron a utilizar cada vez más tecnología para elegir el día soleado perfecto para llegar a disfrutar un día de playa.///