¿Y qué quedó del tren?
Desde fines del Siglo XIX hasta mediados del XX, el distrito de Necochea contó con una extensa red de vías y estaciones. Hoy no queda nada de ese mundo de locomotoras y vagones
En un año eleccionario no es raro que algunos sectores políticos comiencen a lanzar propuestas para sus campañas y se vuelve a hablar de un tema que a muchos vecinos les provoca nostalgia y alguna ilusión, como es el de la vuelta del tren de pasajeros. Mientras, el sector agroexportador también gestiona el regreso de los trenes cargueros al puerto, pero con el claro objetivo de mejorar la logística de la estación marítima local.
El partido de Necochea, que hasta 1958 también incluía las tierras del actual San Cayetano, supo tener a principios del siglo pasado una gran red ferroviaria y la mayoría de los pueblos del interior del distrito nacieron y crecieron junto a las vías.
Muchos de ellos también entraron en decadencia cuando desaparecieron los ferrocarriles.
Juan N. Fernández, La Dulce, Ramón Santamarina, Claraz, La Negra, Energía, Lumb y San José fueron estaciones de esta red, al igual que Necochea y Quequén.
Pero con la nacionalización de los trenes, en 1948, comenzó un proceso que llevó a una larga decadencia y finalizó con el cierre de la mayoría de las estaciones. Paradójicamente, Quequén, la última estación del distrito que dejó de funcionar y la mejor conservada, fue destruida por un incendio hace ya casi tres años.
Del resto de las estaciones, unas pocas han sido reutilizadas y adaptadas para que funcionen oficinas públicas, museos y escuelas. Muchas se encuentran usurpadas y de algunas no queda casi nada.
Ante este panorama de estaciones que ya no son y rieles desaparecidos, para los más memoriosos el sueño de la vuelta del tren es nada más que un lindo deseo.
La primera y la última
Los pocos edificios que quedan de la estación de Necochea son utilizados desde hace años como sede de la Escuela Municipal de Artes.
La estación, a la que el tren llegaba tras cruzar el puente ferroviario, comenzó a funcionar el 1º de agosto de 1894. Setenta y cuatro años después, en 1968, fue clausurada, aunque hace mucho tiempo que ya no funcionaba.
En la actualidad en uno de los extremos de la estructura de lo que fue el puente ferroviario, el Club Del Valle ha construido un mirador.
En tanto, desde hace décadas, la estación se convirtió en escuela. Allí en su momento, además de la Municipal de Artes, funcionó la Provincial, que en la actualidad tiene su sede en el complejo Jesuita Cardiel.
El proyecto original del Ferrocarril Sud era llevar las vías desde Necochea a Energía y habrían existido todos los materiales para construir el enlace. “Pero se hicieron humo”, señaló el vecino de Lumb, Oscar Horacio Hernández, que siempre se interesó en la historia del ferrocarril.
Con la clausura de la estación de Necochea, se pensó en que debería existir alguna subestación para que los pasajeros que venían desde Buenos Aires a pasar las vacaciones en nuestro balneario no tuvieran que realizar el viaje desde Quequén. Así se construyó el apeadero, en cercanías del puente Ignacio Ezcurra.
La pequeña estación fue inaugurada en 1973, pero con la caída del puente Ezcurra en 1980, su ubicación hasta ese momento estratégica dejó de ser de utilidad, ya que cruzar el río los pasajeros debían recorrer la misma o mayor distancia que quienes descendían en Quequén.
Por ello, la vieja Estación Quequén, volvió a recuperar su rol de principal receptora de pasajeros del núcleo urbano, pero los años 80 significaron el inicio de la decadencia absoluta del tren como transporte de personas en nuestro distrito.
La Estación Quequén nunca recuperó el volumen de pasajeros que recibía hasta principios de los 80. El primer tren llegó a Quequén el 24 de noviembre de 1892.
A principios de este siglo, alrededor de 110 años después, se interrumpió el servicio de pasajeros. La Unidad Ejecutora del Programa Ferroviario Provincial (UEPFP) decidió entonces utilizar ómnibus que transportaban a los pasajeros desde Quequén hasta Mar del Plata para que desde allí tomaran el tren a Buenos Aires. Ese servicio mixto funcionó hasta fines de abril de 2004, cuando se canceló definitivamente.
Comenzaron entonces años de abandono que finalizaron con el incendio de julio de 2018, que acabó con el centenario edificio. De esa forma quedó destruida la única estación de trenes operativa del distrito.
En el interior del distrito
El resto de las estaciones del distrito permanecían abandonadas hacía décadas. De la estación de Energía, la más cercana de la ciudad de Necochea, quedan aún todas las viviendas, pero están usurpadas desde hace décadas.
Esta situación se repite en otras localidades del distrito, donde los edificios del ferrocarril han sido convertidos en viviendas.
Oscar Horacio Hernández, uno de los pocos residentes de Lumb, señaló que la decadencia de la localidad no comenzó con el cierre de la estación, como muchos piensan, sino cuando las cargas comenzaron a efectuarse a granel.
“Con las cargas a granel cambió todo. Eso también pasó en el puerto y en el campo”, explicó Hernández. En cuanto a la estación, dijo que se encuentra completamente abandonada.
No lejos de allí, en La Dulce, la situación es completamente diferente, ya que todo el predio de la estación se encuentra en uso.
La delegada Amanda Piscitelli, señaló que los edificios de la vieja estación se encuentran conservados. “Allí funciona el Sindicato de Amas de Casa, también el museo de la Delegación y también la oficina del Registro Civil”, indicó.
La funcionaria también explicó que se realizaron gestiones para que se realicen las castraciones de mascotas en una de las dependencias.
Pero lo que más destacó la delegada fue la relación que tiene la población con la estación. Indicó que es habitual que la gente del pueblo utilice el predio como lugar recreativo. “Van todos al Ferro”, afirmó.
En tanto, en Juan N. Fernández la situación es distinta. Si bien el complejo se encuentra bien cuidado, se está trabajando para llegar a un acuerdo a fin de evitar algunos conflictos generados entre diversas instituciones por el uso del espacio.
“La parte edilicia se encuentra bien cuidada. Allí está funcionando Senasa y el Registro Civil”, explicó el delegado municipal Guillermo Schuenemann. Indicó que también existe interés del Centro Cultural de la localidad de utilizar un sector para crear un museo.
El funcionario señaló que se están realizando gestiones para lograr el comodato del edificio, ya que también se necesita espacio para instalar las oficinas de ARBA en la localidad.
“Y también un lugar para el Correo Argentino que lo podemos llegar a perder si no se consigue un espacio”, afirmó.
Por su parte, el periodista Ricardo Basualdo, indicó que las condiciones de lo que eran tanto el edificio principal de la estación de Juan N. Fernández como el de Claraz, es muy buena.
“Habida cuenta que las construcciones son impresionantes (materiales, cantidad y calidad, niveles y mano de obra inglesa de principios del Siglo XX) aún están en pié y seguirán así, a menos que las destruyan”, señaló Basualdo.
“Todo lo que fue construcción ferroviaria es digno de admiración. Lo único que quedó arriba del agua en las inundaciones de 1980 fueron las vías del ferrocarril en toda la región. O sea que los constructores de esa época, con todas sus limitaciones, vieron que tenían que elevar los terraplenes de la vías hasta esa altura para evitar inundaciones, Casi 100 años después las inundaciones les dieron la razón”, precisó Basualdo.
Para Gabriel Coria, otro vecino de Juan N. Fernandez, integrante de la Fiesta de la Soga Gaucha, la estación “es la postal de nuestro pueblo”.
La propia institución organizadora de la fiesta colaboró con la iluminación de un sector y también realizó gestiones para lograr que les cedieran uno de los galpones, pero siguen esperando.
Distinta suerte
Más al Norte, los vecinos de Claraz tratan de recuperar los terrenos de la estación para convertirlos en un espacio de recreación. Los conflictos surgieron allí hace años cuando las casas de la estación fueron convertidas en viviendas particulares.
Si bien desde la asociación vecinal se han realizado gestiones para recuperar el edificio principal de la estación, existen pocas expectativas de lograrlo.
Pero sí se ha iniciado una lenta recuperación de los terrenos, que en su momento también estuvieron ocupados por particulares, que los sembraron y los utilizaron incluso como campo de pastoreo.
Marcos Bragadini, actual presidente de la asociación vecinal, indicó que durante la actual gestión municipal se han realizado importantes avances para lograr convertir estos terrenos en espacios de uso público.
Así se proyecta utilizar uno de los galpones como estación de los bomberos voluntarios, otro para el reciclado de plásticos y el funcionamiento de una peña folclórica de la localidad, y el club de fútbol amateur también está trabajando para instalar su sede allí.
Además, en las cabeceras de este enorme predio, ya funciona un campo de doma en el que también desarrolla sus actividades un emprendimiento de equinoterapia y el club cuenta con un campo de juego.
No es diferente la suerte de la estación de Ramón Santamarina. Mientras que, al igual que en Lumb, en el norte del distrito, poco queda de la estación de La Negra. El abandono y el vandalismo también han sido una sentencia de muerte para los restos de la estación San José, casi en el límite con Lobería.///