Y un día de primavera, se fundó el pueblo de Necochea
Según las crónicas de la época, el 12 de octubre de 1881 fue un hermoso día de primavera y a la mañana comenzaron los festejos con el estruendo de bombas y cohetes. Desde hacía años que los habitantes del distrito esperaban ese día.
En 1881, antes de la fundación, la máxima autoridad del distrito era Murga, quien ejercía como presidente de la Municipalidad, Juez de Paz y presidente de la Comisión de Fomento desde el establecimiento rural “Carlitos”. El campo de Amadeo Muñoz se encontraba en Médano Blanco.
En su libro "Necochea, ciudad progresista y poética" el docente y escritor Eduardo Escobar señaló que Segundo Ferreyra, el primer agente de Policía de Necochea, le contó un día: “Yo estuve de agente en Carlitos y llevé el 25 de agosto de 1881 los avisos y comunicaciones de la fundación del pueblo por orden del jefe de policial, coronel Julio Dantas, y Amadeo Muñoz, a diferentes establecimientos de campo”.
El lugar elegido para la fundación del pueblo ya estaba elegido y era la desembocadura del río y se le llamaba “La Horqueta del Quequén”.
Escobar escribió que “elementos conocedores dicen que en ese rincón del Quequén, troperos, criollos de pura cepa, cuidaban haciendas de Olivera, Pueyrredón y Luro”.
A fines de septiembre, Murga, acompañado de otras autoridades y vecinos entusiastas, llegaron al lugar donde se iba a fundar la ciudad, de acuerdo a las mediciones realizadas por el agrimensor José María Muñiz y su ayudante, Benedicto Calcagno. El grupo acampó y se dio a la tarea de discutir el lugar donde iba a fundarse el pueblo.
“Murga, Baño y Muñiz fueron de la idea de hacerlo a 30 cuadras de la playa, idea que se adoptó contra la opinión de la mayoría asistente, que era partidaria de hacerlo sobre la costa”, escribió Escobar en su libro.
Finalmente, el 12 de octubre, con invitados y algunas familias habían llegado a caballo o en carros, a través del campo, se realizó la fiesta inaugural.
El lugar donde se fundó la ciudad era un paraje agreste y solitario, de altos pajonales. Pero aquel día la fiesta llenó el campo de risas y alegría.
“De esta estampa evocativa lo que resulta bello y subyugador es lo que dijo Antonio Noguera en su libro editado por el año 1888, que, veinte guitarras hicieron las delicias de los concurrentes en el baile, la música y el canto”, relató Escobar.///
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